jueves, 17 de noviembre de 2011

Irrésistible destruktion. Apuntes para una vida de Jón Stefánsson (Parte I)

Hace un tiempo habíamos compartido con nuestros lectores algunos de los refinados análisis que el crítico Pierre Duchant había volcado en su obra de reciente y póstuma edición La construcción virtual del imaginario social: prolegómenos a una crítica de la ficción popular en la era multimedial. Habíamos mencionado allí Otros libros, del mismo autor, que ilustra una etapa menos madura aunque tal vez más variada e intensa de su producción. Tal libro es prácticamente inhallable. Los ejemplares de la exigua edición financiada por el propio Duchant con el auxilio pecuniario de algunos de sus compañeros de esos días han sufrido los más diversos contratiempos, resultando, usualmente, en la desaparición o destrucción de muchos de ellos (que es decir, de casi todos).

Hace pocos días me detuve unos segundos a intentar encontrar una regla que explicara la variedad de artículos dispuestos sobre una tela algo sucia y gastada que hacía las veces de puesto comercial en la feria del Parque de los Patricios. Allí convivían un zapato que debe haber sido usado largamente por una mujer, probablemente de avanzada edad (tanto ésta como aquél), lo que parecía la rejilla del frente de un ventilador a la que le faltaba una de las trabas para montarlo en el resto del dispositivo apropiado, dos casetes del grupo Pandora y uno de Juan Ramón, un candelabro plateado algo ennegrecido y algunos pocos artículos más de la misma especie. Mirando a mi alrededor los restantes puestos, noté que uno de ellos exhibía, como ya habrá imaginado el lector, algunos libros. Creo recordar un ejemplar de algún volumen de la colección Jazmín, algo acerca de la verdad sobre el fenómeno ovni y Otros libros. Mi estupidez instintiva llevó a que me preguntase inmediatamente cómo un libro así había ido a parar a un lugar como ese, pero por la enumeración anterior ya se habrá notado que cualquier respuesta sería una yuxtaposición trivial de azares. Lo importante, evidentemente, es que me hice con el libro a un precio absurdamente barato.

Reproduzco a continuación la primera parte de Irrésistible destruktion. Apuntes para una vida de Jón Stefánsson, extraído del mencionado libro.

La vertiginosa operación de trazar el mapa de las volátiles fronteras de la literatura actual conlleva la violencia del compromiso activo del lector-crítico que establece como determinada, tal vez irremediablemente, una topografía que sólo existe en la medida en que es delineada. La posibilidad de que algunos movimientos incipientes encuentren su interlocutor adecuado y puedan desarrollarse, sólo ocurre durante un breve instante. El lector atento a la necesidad de nuevas formas de apropiarse del mundo mediante el lenguaje debe estar disponible para escuchar los ecos remotos de autenticidad en manifestaciones que pueden aún no haber alcanzado su forma plena. La rapidez con que viaja la información en la actualidad, dada la velocidad de los medios de comunicación y transporte, arroja frente a nuestros ojos un continuo de nuevos candidatos a expandir los límites de lo literario. Esta compleja situación es la que puso a quien esto escribe frente a quien sería uno de los más grandes integrantes de la novísima generación de transformadores del arte de la palabra. Me refiero, claro está, al herético Jón Stefánsson.

Su breve y poco ortodoxa trayectoria, su nula disposición a tratar con los círculos canónicos de la literatura y su fascinación por las personas que encarnan aquello que la civilización quiere expulsar y se niega a ser expulsado, hicieron que su poesía no fuera leída y comprendida en toda su dimensión y complejidad. Desandar esta complejidad requiere comprender la múltiple y sinuosa gestación de su peculiar forma de expresión.

Los días de su primera juventud no fueron sino una vertiginosa sucesión de movimientos que, para quienes lo conocimos, daba la impresión de un escape hacia el caos pero que, y esto sólo lo fuimos comprendiendo con el tiempo y la reconstrucción póstuma, estaba determinada por lo que él llamaba su “figura en el tapiz”.

Esa misma forma de vida, la de sumergirse en el caos (o, en palabras de Friederich Grüneberg, de “emerger de la trama de sentido”) es ahora vista, a partir de los agudos trabajos de Harold Pointer, como el paralelo exacto de su proceso literario y ha permitido, extrapolando procesos, situaciones y estructuras de uno de esos planos hacia el otro, reunir y otorgar significado tanto a los dispersos fragmentos de su obra como a los de su vida.1

Cierto es que todas estas múltiples capas unificadoras fueron enfáticamente impugnadas por algunos de los compañeros de sus últimos días, que veían en estos ejercicios una falta de comprensión de la dinámica interna de su producción, cuando no una malintencionada tergiversación de su propia esencia. Olvidan estos pretendidos albaceas, en su afán de cercar los despojos de Stefánsson, que su puntillosa coherencia ética de escribiente lo empujaba a desbaratar todo aquello que pudiera ser considerado como esencia en su literatura, así lo entendió Pointer, y a favorecer las más diversas apropiaciones de su poesía. No es necesario, por tanto, impugnar nosotros la lectura que de estos textos hacen sus autoproclamados herederos, toda vez que pueden arrojar luz sobre alguno de sus múltiples aspectos, pero sí mantener abiertas las innumerables vías de acceso que el poeta supo trazar.

Es en esa misma multiplicidad semántica donde el sociólogo Horacio Gonçalves ve las razones de la extendida influencia que Stefánsson ha ejercido sobre la más reciente generación de literatos de todo el orbe. Estamos de acuerdo con Gonçalves, siempre y cuando no se pierda de vista que la riqueza de los textos depende también de la peculiar interrelación entre los rincones del mundo contemporáneo desde donde nuestro autor leía a la tradición, la visión que sobre aquéllos le proporcionaba su experiencia de lector y la mencionada ética que ordenaba cada una de sus decisiones. Haciendo hincapié de manera diferenciada en cada uno de estos aspectos fueron creciendo desde los aún cercanos días de su muerte una plétora de movimientos culturales y literarios que continúan la fértil tradición inaugurada por Stefánsson.

Para comprender la vasta riqueza de su mundo intelectual en toda su dimensión, es necesario que nos adentremos en la génesis de tan singular producción, que no es sino adentrarse, como hemos dicho, en las múltiples facetas de su biografía.



1 Pointer acompaña su articulado análisis con una completa y exquisita selección de fragmentos anotados por Stefánsson en diversos lugares y circunstancias. Lo extenso y pormenorizado de esta reconstrucción proporciona a Pointer la incontestable evidencia en favor de sus originales puntos de vista. El fragmento más elocuente que el erudito esgrime (extraído del ahora denominado Manuscrito de Soldati) proclama: “Para mí, la literatura y la vida son como las dos caras de la misma moneda” (Ms. Sold. p.14 in fine)

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Conjeturas


Borges señala1 que en 1523 Ulrich Zwingli2 “declaró su esperanza personal de compartir el cielo con Hércules, con Teseo, con Sócrates, con Arístides, con Aristóteles y con Séneca” ya que “generaciones de hombres idolátricos habían habitado la tierra sin ocasión de rechazar o abrazar la palabra de Dios” y que “una amplificación del noveno atributo del Señor (que es el de omnisciencia) bastó para conjurar la dificultad. Se promulgó que ésta importaba el conocimiento de todas las cosas: vale decir no sólo de las reales sino de las posibles también.” Así “los modos potenciales del verbo pudieron ingresar en la eternidad: Hércules convive en el cielo con Ulrich Zwingli porque Dios sabe que hubiera observado el año eclesiástico, la Hidra de Lerna queda relegada a las tinieblas exteriores porque le consta que hubiera rechazado el bautismo.”
Así como para los cristianos de los tiempos de Zwingli a un hombre le bastaba con abrazar la fe para ser salvo y con rechazarla para ser condenado, muchos militantes del progresismo nacional y popular argentino contemporáneo, que dicen descreer del cielo y del infierno, salvan o condenan a un hombre según la ideología que diga profesar. Puede que esto les resulte bastante sencillo a la hora de juzgar a los personajes que viven en la actualidad o que desarrollaron sus vidas a partir de las grandes revueltas obreras de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, pero ¿qué sucede con aquellos que vivieron antes y no tuvieron la oportunidad de abrazar o rechazar las luchas populares y las ideologías que les daban sustento? A falta de un dios omnisciente (o del PCUS3 que, en un libro que casualmente cayó en mis manos y cuyo título no recuerdo, dictaminó que Espartaco había sido algo así como un pionero de la lucha obrera) que sepa si en el siglo pasado tal monje medieval habría apoyado la teología de la liberación o cual compositor barroco se habría plegado al realismo socialista, no podemos aquí más que plantear algunos interrogantes. ¿Habrá que rescatar a Platón por su espíritu republicano o condenarlo por esclavista? ¿Fue Jesús de Nazareth un vanguardista revolucionario o un mero encendedor de la pipa del opio de los pueblos? ¿Miguel Ángel Buonarroti, si hubiera vivido en México durante la primera mitad del siglo XX, habría sido muralista? ¿Ludwig Van Beethoven le habría dedicado una sinfonía a Stalin para luego tachar la dedicatoria?
En el incomprensible y apasionado entorno local, un sector que se auto-proclama representante del pensamiento popular denuesta al sanjuanino más famoso, un clásico liberal del siglo XIX, presidente electo, billete de cincuenta pesos, discriminador de gauchos e impulsor de la educación universal, laica y gratuita, mientras que reivindica a su contemporáneo, el llamado Restaurador de las Leyes, nacionalista católico, caudillo federal, billete de veinte pesos y estanciero que, apoyado por la oligarquía terrateniente, gobernó con mano de hierro durante veinte años y, una vez derrocado, fue protegido por el gobierno inglés para exiliarse en Southampton, donde pasó sus últimos veintidós años.
Maximilien de Robespierre, entre las muchas cosas que hizo, como pergeñar una revolución, sembrar el terror, recibir un balazo en la cabeza y morir decapitado, tomó la precaución de no leer la Declaración Universal de los Derechos Humanos para eludir el anacronismo. Por su parte, Cornelio Saavedra, además de comandar el Regimiento de Patricios, presidir la Primera Junta, pelearse con Mariano Moreno y conspirar contra la Junta Grande, se abstuvo de leer el Manifiesto Comunista por idéntico motivo. Por lo tanto sospecho que, para evitar falsas conclusiones, será mejor no juzgar sus actuaciones bajo la luz de los mencionados textos. En todo caso podremos recurrir al auxilio de Rousseau, Voltaire o Montesquieu, siempre y cuando tengamos en cuenta que éstos no esgrimieron como arma más que la pluma y la palabra, mientras que aquéllos fueron quienes blandieron las espadas. En cuanto a los contrafácticos, supongo que será mejor dejarlos al arbitrio de algún demiurgo competente.


1 Borges, Jorge Luis, Historia de la eternidad (Emecé Editores, Buenos Aires, 1953)
2 Zwingli, Ulrich (1484-1531) Líder de la reforma protestante suiza y fundador de la Iglesia Reformada Suiza
3 Partido Comunista de la Unión Soviética

martes, 11 de octubre de 2011

Jornada de arte barroco


JORNADA DE ARTE BARROCO

Sábado 15 de octubre, 18 hs

PROGRAMA:

El barroco en Rubens y Bach

Charla a cargo de Luis Colucci y Mariano Lastiri

Música barroca en vivo

A cargo de Ivonne Subía (guitarra) y Gabriel Huároc (tenor)

ENTRADA GRATUITA

Escuela de Arte y Cultura EL FARO

Castro Barros 471 CABA

sábado, 17 de septiembre de 2011

Hormigas

Tenía razón Quino cuando decía que la vida se parece más a la vida que a la publicidad.

Pasa que ayer me levanté medio torcido y encima resultó que el último resto de yerba que me quedaba era puro polvo, así que bajé al chino de al lado a reponer y me encontré con que el saludo aleatorio había caído en el casillero NO, como suele suceder unos veintinueve días al mes, excepto en febrero. Lo que no tiene nada de aleatorio en ese mercadito es la no emisión del ticket correspondiente, aunque indefectiblemente se me cobre hasta el último centavo del IVA.

Cuando saqué el billete de cien el tipo me miró como si yo fuese un delincuente que, con la excusa de comprar yerba, iba a su negocio a esa hora de la mañana a robarle el escaso cambio de la caja.

Al volver, el perrito de la del sexto terminó de despertarme durante cinco pisos de ladridos en ascensor. Yo reprimí las ganas de darle de puntín en el hocico, porque ya de por sí la tipa es insoportable, así que ni quería imaginarme como se habría puesto si le hubiese asestado un golpe en la trompa a su igualmente insoportable can.

“Tengo toda la mañana para componer”, pensé, y con el mate caliente y sin saber muy bien qué iba a hacer me senté frente a la computadora.

Los martillazos del plomero que trabajó durante toda la mañana en el departamento H, que empezaron dos minutos después de la primera cebada y antes de que escribiera una sola nota, terminaron en el momento exacto en que debía llegar mi primer alumno. Por lo menos el ruido que me taladró incesantemente el cerebro durante unas cuatro horas me sirvió de excusa por no haber compuesto siquiera un compás cuando, en realidad, no se me había caído una miserable idea.

Quince minutos más tarde de la hora en que debía haber comenzado su clase, llamó el alumno para informarme que no había venido.

“Voy a aprovechar a ver si me sale algo ahora” pensé en el instante exacto en que el monitor se ponía cruelmente negro y se apagaban las luces del módem. Entonces hice el típico gesto tonto de intentar prender la luz para corroborar que se trataba de un obvio corte de energía eléctrica. Llamé a Edesur para obtener información de la causa y /o duración del corte pero no obtuve respuesta.

Suspendí todas las actividades de la tarde y me fui un largo rato a deambular por las librerías de la calle Corrientes, a ver si la literatura podía tapar un poco la realidad. Aunque la ida en el 6 fue terrible por lo lenta y la vuelta lo fue más aún por lo lenta y por lo incómoda, el viaje al centro me cambió el humor; además volvía con un libro nuevo y, cuando llegué a mi edificio, ya había vuelto la luz.

Desde un departamento vecino, una reunión de adolescentes o treintañeros, que en el los albores del siglo XXI viene a ser casi lo mismo, invadió mi lectura con ráfagas de interjecciones y risotadas etílicas o simplemente idiotas. El silencio otorgaba breves pausas que me permitían retomar la página cuya lectura había sido interrumpida, pero por cada una que avanzaba debía retroceder otra, lo que llevó a que después de una hora sólo hubiese logrado leer varias veces la primera de ellas.

Frustrado con la no lectura, decidí poner la tercera sinfonía de Górecki a un volumen moderado pero lo suficientemente alto como para que la voz de Zofia Kilanowicz relegara las voces vecinas a un segundo plano. Me tiré en la cama con un whisky doble y, luego de tomármelo de unos pocos tragos, apagué la luz para tratar de dormir.

Entonces, en un súbito arranque de conformismo, pensé que Quino también tenía razón cuando decía que, comparada con una tragedia como la guerra, una invasión de hormigas a las plantas del hogar no puede tomarse como una desgracia, sino a lo sumo como una situación antipática. También pensé que, aunque así sea, tener que enfrentarme diariamente a este gran hormiguero, que a veces siento que me invade, me resulta casi doloroso, aunque yo también sea parte de él.

Finalmente, lo que me invadió fue el sueño; y las voces, Górecki, Quino y las hormigas se fueron tornando cada vez más lejanos.

viernes, 12 de agosto de 2011

Juan Balmes [borrador]

De las muchas cosas que no eligió, y que nadie salvo los reyes o papas, que son reyes después de todo, elige, la primera fue su nombre, Juan Balmes, heredado junto con el apellido de su padre y del hermano mayor de su abuelo. Sí eligió, en cambio, cada vez que pudo, el jugo Cipolleti de manzana por sobre cualquier otro, no sólo por su sabor sino también por el envase plateado que le daba un aire elegante. Además del jugo, su infancia estuvo marcada por otras preferencias, dibujar, las adivinanzas, los piratas, los barcos y los campamentos; cosas fabricadas con los mismos elementos: papel, lápices, pañuelos o sábanas (preferentemente sin estampados de flores, poco convenientes para un pirata) e imaginación.

Pero Juan Balmes, que hubiera querido ser explorador, detective o ladrón, como la mayor parte de sus compañeros, tenía una sensibilidad especial para algunas cosas. Así, mientras otros temían monstruos y otras encarnaciones concretas del mal como el dolor y los dentistas, Juan, que soñaba con sirenas, tenía miedo de que el mundo, en lo que importaba, desapareciera. Horror. Pánico de ser abandonado por el mundo en lo que importaba. Por eso los padres de Juan debían turnarse en la puerta de su jardín de infantes y quedarse en la puerta leyendo para que Juan pudiera asomarse en cualquier momento por la rendija del buzón de la enorme puerta color verde legnano del colegio y constatar que no habían desaparecido, que él o ella seguían ahí.

Ridículo como pueda parecer, era empirista sin haber leído a Hume - no sabía leer- y dios berkeleiano sin saber demasiado de Dios ni de Berkeley. La realidad de parecía frágil como la vida de un gorrión - había visto morir algunos -y entendía con una certeza que va más allá de lo que el entendimiento permite que cuando algo ya no es visto, puede ya no ser. Le daban terror las calesitas. El momento en que sus papás desaparecían y mostraban el revés del mundo que le era ajeno y en el que estaba solo. Le parecía trágico borrar un pizarrón y sólo accedía a ello, de mala gana, cuando la mamá y el papá le sacaban una foto.

Un día su abuelo lo llevó al colegio, tenía cinco años, y él sintió que si lo dejaba irse quizás no lo volvía a ver nunca. Lloró y pataleó de una forma que nadie entendió del todo y ni si quiera él supo explicar por qué. Las palabras lo traicionaban desde antes de que pudiera confiar en ellas.

Con el tiempo fue aprendiendo a manejar esos miedos, a no patalear, y a confiar en que las cosas siguen ahí incluso cuando uno no las ve. Es decir, con el tiempo, empezó a engañarse. Como el resto del mundo se engaña; un signode salud. Y estudió en el colegio nacional y decidió seguir derecho y ser maestro.

Pero el engaño sólo duro unos años. Entonces sí vió a su abuelo Eugenio por última vez, sintió ese miedo infantil y lo contuvo y no volvió del living al dormitorio a darle otro beso y al día siguiente se enteró de que había muerto y le dió otro beso. No sin antes caminar mucho, todo un día. No era lo mismo, no lo fue ya. Y entendió también que a veces incluso al ver las cosas, las cosas no están.

Desde ese día, juan no dejó nunca del todo esos miedos infantiles, que no le resultaban ya infantiles. Después tuvo mujer y un hijo que no tuvo y dos que sí. Hoy tiene un sólo terror, ya casi desde el lado definitivo de las cosas y otros temen por él. Así giran las cosas. Hoy, al pensar en todo aquello, tiene la impresión de haber visto su propia vida, efímera y cierta como sus temores, terminando para él como para usted esta frase desaparece.

miércoles, 3 de agosto de 2011

TANGER - En concierto

viernes, 24 de junio de 2011

Dale Jaaaaazz

Estimados lectores:
Uno de nuestros muchachos estará mañana por la tarde hablando de literatura y revelando algunos de los arcanos de su ejercicio en el Festival de Jazz emergente.

Lo han leído, escuchenlón.
¡¡¡Grandes músicos de la escena emergente del jazz porteño!!!!






Más información en


martes, 7 de junio de 2011

Tanger en concierto

miércoles, 18 de mayo de 2011

Guionismos

Logias masónicas, comunidades indígenas, líderes perversos, líderes sublimes, enfermos mentales, niños sanadores, niños abusados sexualmente, homosexuales reprimidos, homosexuales culposos, homosexuales asumidos, bisexuales, mujeres golpeadas. Homicidios, intentos de homicidio, intentos de violación, secuestros extorsivos, embarazos extorsivos, embarazos no deseados, embarazos interrumpidos, amores prohibidos, desamores, infidelidades, adicciones, sed de poder, sed de venganza, sed de justicia.
Los responsables del ciclo El elegido (de lunes a jueves a las 23 por Telefé) creen menos en el desarrollo de unas pocas ideas que en la dilapidación de muchas. Curiosamente, en cambio, suponen que la repetición de un mismo recurso (el del tercero que ve u oye algo que no debía haber visto u oído) basta para componer una serie de televisión.
Claro que, seguramente, el oportuno y oportunista cóctel de maniqueísmo, corrección política, teoría de la conspiración, indigenismo banal y new age les hará ganar la simpatía de unos cuantos bienpensantes trasnochados y de otros tantos miembros del jurado de los premios Martín Fierro.
No quiero ser injusto, probablemente esta crítica podría hacerse extensiva a más de un ciclo de la televisión argentina pero, por suerte o por desgracia, no he visto más que algunos episodios de éste.
Y pensar que hace más de cien años un ruso desperdició tantas páginas intentando penetrar en la mente de un joven que apenas había matado a dos viejas, si me perdonan el spoiler.

lunes, 9 de mayo de 2011

Columnista invitado, Noam Chomsky

En esta ocasión inauguramos una nueva sección de sindudamente: columnistas invitados. Una sección donde se difunden en nuestro humilde idioma algunas ideas que por azar, negligencia o falta de interés no están a la mano del lector criollo.

Noam Chomsky: Mi reacción a la muerte de Osama bin Laden

Está cada vez más claro que la operación fue planeada como un asesinato, violando normas elementales del derecho internacional. Parece no haber habido intento alguno de aprehender a la desarmada víctima, lo cuál presumiblemente podrían haber hecho 80 comandos que prácticamente no encontraron resistencia- excepto, dicen, por parte de su esposa, quien arremetió contra ellos. En sociedades que profesan algún respeto por la ley, los sospechosos son aprehendidos y levados a un juicio justo. Destaco "sospechosos". En abril de 2002, la cabeza del FBI, Robert Mueller, informó a la prensa que luego de la investigación más profunda de la historia, el FBI no podía decir más que él "creía" que el complot había sido armado en Afganistán, aunque llevado a cabo en los Emiratos Árabes Unidos y Alemania. Lo que sólo creían en abril de 2002, obviamente no lo sabían ocho meses antes, cuando Washington descartó ofertas tentativas de los Talibanes (cuán serías, no lo sabemos, dado que fueron inmediatamente descartadas) para extraditar a bin Laden, si se presentaba evidencia- la cual, como luego supimos, Washington no tiene. Así, Obama sencillamente estaba mintiendo cuando dijo, en su declaración de la Casa Blanca, que "rápidamente supimos que el ataque del 9/11 fue llevado a cabo por al Qaeda".

Nada serio se ha ofrecido desde entonces. Se ha dicho mucho de la "confesión" de bin Laden, pero ello es bastante parecido a mi confesión de que gane la Maratón de Boston. Él se jactaba de lo que veía como un gran logro.

Hay también bastante discusión mediática de la ira de Washington porque Pakistán no entregara a Bin Laden, siendo que seguramente elementos de las fuerzas militares y de seguridad estaban al tanto de su presencia en Abbottabad. Menos se dice sobre la ira de Pakistán porque los Estados Unidos invadieran su territorio para llevar a cabo un asesinato político. El fervor anti-americano ya es bastante grande en Pakistán, y estos eventos probablemente lo exacerben. La decisión de tirar su cuerpo al mar provoca desde ya, predeciblemente, tanto ira como escepticismo en gran parte del mundo musulmán.

Podemos preguntarnos cómo hubiéramos reaccionado si comandos iraquíes aterrizaran en la casa de George W. Bush, lo asesinaran y tirasen su cuerpo al Atlántico. Sin duda, sus crímenes superan ampliamente los de bin Laden, y el no es un "sospechoso" sino, y sin duda, el "decisor" que dio las órdenes de cometer el " supremo crimen internacional, difiriendo sólo de otros crímenes de guerra en que éste contiene en sí mismo el mal acumulado de todos los demás" (citando al Tribunal de Nuremberg) por el cual los criminales nazis fueron colgados: los cientos de miles de muertos, millones de refugiados, la destrucción de gran parte de su país, el amargo conflicto sectario diseminado ahora en el resto de la región.

Hay más para decir sobre (el bombero cubano Orlando) Bosch, quien murió tranquilamente en Florida, en referencia a la "doctrina Bush" de que las sociedades que dan puerto a terroristas son tan culpables como los terroristas mismos y deberían ser tratadas en consecuencia. Nadie parece haber notado que Bush estaba llamando a la invasión y destrucción de los Estados Unidos y asesinato de su presidente criminal.

Lo mismo con el nombre, Operación Gerónimo. La mentalidad imperial es tan profunda, en la sociedad occidental, que nadie percibe que se está glorificando a bin Laden identificándolo con la valiente resistencia a invasores genocidas. Es como bautizar a nuestras armas asesinas con los nombres de las víctimas de nuestros crímenes: Apache, Tomahawk... Es como si la Luftwaffe hubiese llamado a sus aviones de combate "Judío" y "Gitano".

Hay muchos más para decir, pero incluso los hechos más obvios y elementales deberían darnos bastante en que pensar.

(Copyright 2011 Noam Chomsky)


viernes, 22 de abril de 2011

Martín Narvaja responde

Muchos lectores se acercan a mi con preguntas de diversa índole vinculadas a la actualidad nacional y extranjera. Dado que muchas no merecen de por sí un ensayo, pero sí mi atención, he decidido dedicar unas pocas líneas a dos o tres de ellas.

¿Qué opina de la presencia de Vargas Llosa en la feria del libro y de la polémica con Horacio Gonzalez?

Justamente, ayer vi el discurso y la posterior entrevista a Vargas Llosa. Lo primero que hay que decir es que es un gran orador. Y que, aun sin estar de acuerdo con lo que diga, suele ser preferible escuchar (o leer) al ganador del nobel que al director de la biblioteca nacional. Definitivamente no puede obviarse que las ideas de Vargas llosa oscilan entre un liberalismo político clásico - democracia, derechos individuales, libertad de expresión, igualdad de oportunidades - unas ideas ideas privatistas cuestionables y algunas consignas neo-liberales que son falsedades de hecho. Tampoco puede ni debe obviarse el uso editorial, casi instantáneo de lo que el peruano dijera - baste como ejemplo la descontextualización deliberada de todo lo dicho anoche sobre el último siglo en Argentina para que parezca que se refiere al gobierno actual- ni la conciencia de éste de que así ocurriría. Merece alguna mención también el entrevistador Jorge Fernández Díaz: cómo es posible que las preguntas de un periodista profesional contengan errores de redacción, lo cual ocurrió casi sin excepción, leyendo preguntas preparadas de antemano.
Pero lo esencial aquí es otra cosa. Solicitar que se retire la invitación y la palabra a un escritor, o cualquier persona, por el mero hecho de que tiene opiniones políticas disidentes, esta mal. Más aun cuando no se trata de ideas políticas que vayan en contra del bien público, ni de la democracia, ni que fomenten el crimen. Y mucho más cuando quien lo pide es un funcionario público, especialmente si uno es el director de la biblioteca nacional. Me parece una vergüenza. Por otro lado, ¿alguien recuerda quienes fueron los oradores en las últimas cinco aperturas de la Feria del libro? ¿los últimos tres?

¿Qué opina de la iluminación de la estatua del Cid Campeador en la intersección de las avenidas Honorio Pueyrredon, Angel Gallardo y San Martín?

Alguien tuvo la buena idea de iluminar la estatua para que su factura pueda apreciarse mejor durante la noche. Lamentablemente, la realización de tal obra fue encargada a un imbécil. Para aquel que no haya visto el resultado, lo resumo en pocas palabras. Ahora, además de una reja fea (que podría bien ser reemplazada por una fuente, lo que a efectos de evitar que se dañe el pedestal funcionaría igualmente y sería mucho más agradable a al vista) hay dos postes con faroles que impiden que uno vea la estatua, muy iluminada según se observa desde los escasos ángulos que todavía lo permiten. Los mismos faroles podrían haber sido emplazados cinco metros más lejos sin necesidad de modificar la calzada en absoluto.

¿Qué opina de la ficción en la televisión Pública y de Sr. y Sra Camas?

En primer lugar, surge la cuestión de en qué se gastan los fondos públicos y si es pertinente o no hacerlo en producir contenidos televisivos. A este respecto, sinceramente, no sé si el estado debiera poseer medios de comunicación masivos o hacer uso de los medios privados. Actualmente, ambas alternativas son realizadas, además de los medios estatales, el estado hace uso de la publicidad paga para transmitir información en medios privados y, en el caso de la radio y la televisión, utiliza la cadena nacional. Esto es similar en otros países. Sí considero que para exigir restricciones sobre los contenidos financiados con fondos del estado debiera poder distinguirse qué medios son así financiados y cuáles no. Lo que no es sencillo. Por otra parte,, aquellos que critican a la gestión del canal 7 por producir ficción, olvidan que existe una ley que establece que en todo medio televisivo debe haber cierta cantidad de ficción.
En cuanto a Sr y sra camas, y a nota personal, me parece un programa pésimo. Pretende un humor al borde del absurdo y resulta previsible, quiere ser fresco y resulta trillado y, por sobre todas las cosas, es lento. Lentísimo. Luego de cada conato de gag hay una eternidad de pausa. ¿Esperan que uno haga una reflexión entre un chiste y otro? ¿Es para que uno visite los servicios? Con la cantidad de chistes de un programa de señor y sra camas se podrían producir, a lo sumo diez minutos de una película de los hermanos Marx. Esto no me parece culpa de los actores, ni del equipo técnico. Pero el director es un incompetente.

¿De Anibal Fernandez y su elevada discusión con Savater...?

Prefiero no hablar.



lunes, 4 de abril de 2011

Banalidades

De qué se puede escribir en un momento como este. No lo sé. Chesterton dijo a través de Jueves que es un milagro que un tren salga de la estacion A y llegue a la estación B de acuerdo con lo previsto en lugar de acabar en cualquier otro lugar del universo. Enunciada en Bolivia, la observación sería literalmente verdadera. Aquí el determinismo adquiere formas trágicas, una locomotora que sale de la estación Constitución rumbo a una formación a la que debe socorrer no sólo la alcanza sino que choca contra ella. Mientras tanto, en A dos voces, Bonelli, incisivo, pregunta a Macri: ¿Podría decir una virtud de Larreta y una de Michetti? Son ambos tan buenos candidatos. Mientras tanto, Ricardo Alfonsín agita los brazos como un poseído en cada discurso transparentando y evidenciando su poco metafórico carácter de marioneta. ¿Y qué pasa con el Indec? ¿Y qué pasaba con el Indec antes del 2004? ¿Sabía alguien que durante el gobierno de Perón no hay más datos sobre el pleno empleo o el desempleo que los del censo nacional? ¿Y Mozart, estaba loco, era un payaso, un fiestero, se reía ta agudo como en la película? ¿Y yo qué hago en Mar del Plata hablando de cuántica y detrás de mi escritorio escribiendo una metafísica del siglo XVIII en pleno siglo XXI? Y estoy a favor de las bicicendas y en contra de la superpoblación de automóviles. ¿Eso dónde me posiciona? En la bicicenda, claro., ocupando el lugar que antes era ocupado por autos estacionados Y me pregunto por qué el mismo espacio igualmente ocupado parece ahora generar más problemas con el transito Y por qué el estado es paternalista y me impide morir de cancer en el restaurant por fumar cigarrillos pero estimula que coma comida recalentada en un microondas que no tengo y permite soja transgenica en las salchichas que no como y cómo permite el ruido y la vida sedentaria Y hago un jardincito á la Thays en un barrio aleman de estilo Le corbussier y detesto a un vecino y los monoambientes y los edificios de departamentos y las demoliciones y me encantaría vivir en el Kavanagh y detestar a otro vecino, más universalmente detestable, y quiero y puedo y no tengo y salgo y vuelvo y pinto pizarrones en las puertas y no escribo más en la pared y y y y y y y y y y y y y, pero también también también y no y no y no y no
Y me caigo y me levanto.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Los placeres

“Voy a comprar arroz yamaní para el ayuno”, dijo Martita, o a lo mejor escuché mal y dijo para la cena o para el desayuno, y se fue corriendo al barrio chino antes de que cerraran el súper-almacén de la calle Arribeños. Impulsivo, como siempre, le dije “te acompaño” y fui junto a ella, o detrás de ella, a paso redoblado, mientras fingía escuchar atentamente su catálogo de fobias culinarias camufladas de amor a los animales y alimentación natural para el cuerpo y el espíritu. Yo, como un estúpido, respondía a su catarata de gorgeos asintiendo con la cabeza, con el único objeto de que esa noche me hiciera un lugar en su cama.

Durante el trayecto, entremezcló en su monólogo las maldades monopólicas de Mondiablo con el espanto monocultívico, el horror transgénico y el pecado glifosático. Me explicó el eclecticismo de su dieta ovolactovegetariana en la que se permitía pequeñas licencias con ciertos pescados que, de acuerdo a su teoría, deduzco que deben ser menos animales que las vacas. El pollo sería tabú gracias a la inmoralidad de los productores agropecuarios quienes, supongo que encabezados por el Guasón, el Acertijo o algún archicriminal análogo, lo someterían a toda clase de manipulaciones genéticas para acelerar su crecimiento sin importar el daño que ello pudiere causar a los humanos. Parece que, por exceso de consumo, alguna niña habría ovulado a los tres años y que a más de un hombre le habrían crecido tetas.

El plan para que me invitara a cenar, dada la hora, la cercanía de su casa y mi oportuna jugada de acompañarla a hacer las compras, dio sus frutos y fue así que al rato me encontré junto a ella en su cocina viendo cómo preparaba unos vegetales en el wok.

La frugal comida acompañada por agua mineral sin gas no creó precisamente un clima propicio al erotismo, como tampoco me resultó estimulante la crónica de sus últimas vacaciones en un cerro llamado Ornitorrinco o algo así, “un lugar lleno de energía”, según sus palabras.

En esa instancia era mejor preparar el ataque cuanto antes, porque además el shakuhachi no dejaba de escupir notas desde el CD y yo ya tenía la tentación de mandar todo definitivamente al carajo poniéndome a hablar del sentido religioso de la música oriental y su influencia en el gregoriano; y suponía que pasar del arte a la historia para luego llegar a la religión nos iba a alejar cada vez más de la cama. Decidido a actuar antes de que mi deseo se esfumara por completo, acerqué mi cara a la de ella e intenté besarla infructuosamente. “Pará, no”, dijo y yo me quedé con la boca entreabierta en el vacío. Entonces empezó a dar no sé qué explicaciones, como si eso fuese a cambiar en algo el hecho de que me había rechazado, así que, estando yo muy poco dispuesto a seguir escuchándola, me fui lo más rápidamente posible.

Ya en la calle, prendí un cigarrillo, placer que me había estado vedado en su aséptico hogar antitabáquico, y caminé un buen rato sin ninguna dirección en particular. Desde una esquina, una luz de tubos fluorescentes despertó mi atención y fui hacia ella. Cuando me estaba acercando, los caracteres de la marquesina se me hicieron felizmente legibles; en letras algo despintadas podía leerse: “Parrilla.” Sin pensarlo dos veces, entré y pedí al mozo una tira de asado con fritas y tinto de la casa. De ninguna manera estaba dispuesto, esa noche, a renunciar a los placeres de la carne.