lunes, 28 de abril de 2008

Von Neumann, filósofo de la Biología

DER TEIL UND DAS GANZE. Gespräche im Umkreis der Atomphysik, traducido por los editores de Harper & Row como PHYSICS AND BEYOND. Encounters and conversations, y al español, con censura eclesiástica, por W. Strobl y L. Pelayo como DIÁLOGOS SOBRE LA FÍSICA ATÓMICA, reúne un conjunto de relatos, anéctdotas y, mayormente, diálogos conformando una especie de autobiografía intelectual de Werner Heisenberg. El volumen de la B.A.C. consta de 317 páginas y veinte capítulos. Todos y cada uno de ellos cuentan al menos con una ocasión para la envidia; Heisenberg decide estudiar física y su padre lo acomoda en el seminario de Sommerfeld, da una conferencia y entre el público aparece Einstein para invitarlo a cenar, escucha otra, hace una pregunta y Niels Bohr lo invita a Copenhague, se queda dormido, aparece una joven teutona y lo despierta para ofrecerle ciruelas, etcétera. Por otra parte, el texto está fantásticamente escrito, poblado de reflexiones filosóficas interesantes y de anécdotas suculentas de los más célebres físicos y matemáticos de la primera mitad del siglo XX. En esta oportunidad quisiera referir dos de ellas.
Paul Dirac, premio Nobel de física, se reúne con Heisenberg, que viene de ser despertado por la áspera lengua de un oso, en el parque Yellowstone. La finalidad del encuentro es una excursión a los géiseres de la zona. "De acuerdo con su meticulosidad característica, Paul había ya preparado, cuando nos encontramos, un plano exacto de todos los géiseres que nos interesaban, en el cual no solamente estaba consignado el tiempo de erupción de cada uno de estos surtidores naturales, sino que además, estaba dibujada la ruta, conforme a la cual, yendo de un géiser a otro, llegaríamos siempre a tiempo de presenciar el comienzo de la actividad de cada uno...".
Páginas más tarde refiere una conversación entre Von Neumann y un biólogo, confeso seguidor del darwinismo. El biólogo había acabado de explicar sus ideas acerca del papel del azar, la selección natural y el tiempo en el proceso evolutivo de las especies. El matemático lleva al naturalista a la ventana de su estudio y le dice: " ¿Ve usted allá arriba, sobre la colina, aquel hermoso caserío blanco? Ha surgido del azar. A lo largo de millones de años se ha ido formando la colina, a través de procesos geológicos; crecieron árboles, se pudrieron, cayeron y volvieron a erguirse; más tarde, el viento cubrió fortuitamente la cima de la colina con arena; probablemente un proceso volcánico lanzó piedras sobre el pasaje y, por casualidad, también quedaron éstas ordenadas por estratos. Y así siguió adelante el proceso. Evidentemente, en el curso de la historia de la tierra se han ido originando cosas merced a estos desordenados procesos fortuitos. Pero he aquí una vez, después de mucho, muchísimo tiempo, surgió también el caserío, a continuación entraron los hombres en él, y ahora son ellos sus habitantes". Por supuesto, agrega Heisenberg, el biólogo no quedó satisfecho. Por supuesto, agregamos nosotros, eso no tiene la menor importancia.

sábado, 19 de abril de 2008

Reflexión

Libros,
Mucho polvo,
Perdido en vana lucha,
Contra mi mismo.

miércoles, 9 de abril de 2008

Traductio ad Absurdum

El número del 22 de marzo pasado de la revista Ñ incluye un artículo llamado "El Borges de dos mundos". No sin perplejidad noté la similitud entre el episodio allí reseñado, una mala retraducción del poema de los dones, y algunas de las ideas consagradas por la Po.da acerca de las cuales me he referido hace ya algún tiempo.
Veamos la degeneración de los primeros versos del "Poema de los dones":
A
Nadie rebaje a lágrima o reproche
Esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.
B
Nadie debería leer autocompasión o reproche
En esta declaración de la autoridad
De Dios que con tanta espléndida ironía
Me concedió libros y ceguera con un único toque.


Vano sería pretender excusar la ignorancia de los editores del diario El País. Sin embargo, algo puede decirse acerca de la banalidad de la denuncia. En "Las versiones homéricas", ensayo aparecido originalmente en 1932 y, junto a otros, en el volumen Discusión, Borges apunta: "La superstición de la inferioridad de las traducciones -amonedada en el consabido adagio italiano- procede de una distraída experiencia. No hay un buen texto que no parezca invariable y definitivo si lo practicamos un número suficiente de veces". En este sentido, las ideas de Borges acerca de la traducción (en otra parte defendería la superioridad de algunas traducciones por sobre el original) se acercan bastante a las que sostuviera Arlt en el célebre prólogo a Los Lanzallamas; aquel de la prepotencia de trabajo y el cross a la mandíbula literaria. ¿A qué tanto escándalo por una mala traducción si no se trata más que de una creación novedosa e igualmente legítima (aunque en nuestro caso se trate de una versión detestable: con un único toque)?
Que estemos en condiciones de indignarnos por dos versiones castellanas distintas de los versos citados es un azar y un capricho. En el mismo ensayo, JLB afirmó, luego de citar el primer párrafo del Quijjote, que no podría sino repudiar cualquier divergencia. "El Quijote, debido a mi ejercicio congénito del español, es un monumento uniforme, sin otras variaciones que las deparadas por el editor, el encuadernador y el cajista; la Odisea, gracias a mi oportuno desconocimiento del griego, es una librería internacional de obras en prosa y verso...".
Toda lectura de la mala traducción como producto de la globalización o de cualquier otro fenómeno contemporáneo es bizantina o escolástica. El concepto de "texto definitivo" no corresponde sino a la religión o al cansancio. En otro ensayo, que probablemente se encuentre aún en Otras inquisiciones, Borges defendió la doctrina de que un clásico es un texto que una o varias naciones han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal y profundo como el cosmos. Si, a través de las naciones o generaciones, el sentido de sus palabras es variable (como se sugiere en Pierre Menard) o se impone una traducción (como en el caso de la Odisea) el carácter clásico supone una paradoja: ser una clásico es imposible, a no ser en un lugar en un instante. Ningún texto se baña dos veces en el mismo río.
La indignación doble página de Andrés Neuman por la retraducción es un signo inequívoco del lugar de la obra borgeana. Quizás la respuesta a la paradoja se encuentre en el idealismo y la concepción del tiempo que Borges le adjudica; en las páginas de Shopenhauer, Hume o Berkeley, en "Nueva refutación del tiempo" o "Avatares de la tortuga". Si así fuera, ese instante en el que un texto es clásico sería todos los instantes y todo el tiempo. Del mismo modo, la universalidad no es otra cosa que una forma, virtuosa, de anonimato.