Foto: Nora Spatola (2013). Costa Amalfitana |
-¿Argentini? ¡Come il papa! ¡E come Maradona!
Ma Maradona è più grande del papa.
El comentario de un vecino de Meta, un
pequeño pueblo a unos 50 kilómetros de Nápoles, confirma el mito: Maradona
sigue siendo un personaje muy querido en el sur de Italia, especialmente en la
zona del golfo de Nápoles. Graffiti
en las calles, calcomanías en autos, locales de ropa deportiva que venden camisetas
del Napoli con su nombre y negocios
de souvenirs que exhiben muñequitos
con su imagen lo ratifican.
A lo largo de la costa, desde Nápoles hasta
Amalfi, en un paisaje de montaña y de un mar tan azul que parece de tarjeta
postal, abundan los limoneros. Es por eso que no llama la atención que los
restaurantes, después de la comida, ofrezcan limoncello a sus clientes como norma de cortesía.
Por el imprudente camino costero, al igual que por las estrechas calles de las ciudades y los
pueblos de la región, el ir y venir de las Vespa es incesante. De
fondo, hacia las montañas, el mítico y, por ahora, tranquilo Vesubio; hacia el
mar, la isla de Capri.
La fascinación que producen los italianos
en los turistas japoneses es notable. Un grupo se divierte filmando a
dos empleados de una heladería de Amalfi que, mientras llenan los cucuruchos,
cantan histriónicamente Torna a Surriento
posando para la cámara. Ese mismo grado de fascinación es el que parecen
producir dos jóvenes japonesas en dos mozos italianos que las atienden en un
restaurante de Sorrento (ni rastros de sorrentinos en el menú), quienes juegan
a seducirlas y, al parecer, obtienen alguna información que ellas les entregan
en un papelito blanco.
La pequeña ciudad de Positano se despliega
cinematográficamente desde la montaña hacia el mar. Sus calles zigzagueantes, que
son como patios y escaleras, se alargan cansadamente hasta una playita de arena
oscura, donde una pareja se besa interminablemente, mientras los habitantes
acuden a la misa del domingo en la Iglesia Santa María Assunta.
Menos cinematográfico aunque no menos atractivo,
el mercado de la calle Pignasecca, en Nápoles, ofrece una enorme variedad de pescados
y mariscos frescos, gigantescas longanizas y cigarrillos probablemente
contrabandeados, en un ambiente no tan idílico pero más real y cercano.
Nada hay, fuera de Buenos Aires y de unas
pocas ciudades argentinas, menos ajeno a un porteño que el carácter de la gente
del sur de Italia, donde puede pasar totalmente desapercibido, a menos que se
disfrace de turista y empuñe permanentemente una cámara de fotos. En París
sería fácilmente confundido con un italiano por sus gestos y por su
acento. En Nápoles, su acento lo delataría. Entonces, inevitablemente,
vendrían la pregunta y el comentario:
-¿Argentino? ¡Come Maradona!
2 comentarios:
Excelente!!! Ya estoy viajando por el sur de la Bella Italia...
Gracias! Fantástico el sur de Italia. Bon voyage!
Publicar un comentario