viernes, 15 de enero de 2016

Viajes (IX) - Postales de Nápoles

Foto: Nora Spatola (2013). Costa Amalfitana
-¿Argentini? ¡Come il papa! ¡E come Maradona! Ma Maradona è più grande del papa.
El comentario de un vecino de Meta, un pequeño pueblo a unos 50 kilómetros de Nápoles, confirma el mito: Maradona sigue siendo un personaje muy querido en el sur de Italia, especialmente en la zona del golfo de Nápoles. Graffiti en las calles, calcomanías en autos, locales de ropa deportiva que venden camisetas del Napoli con su nombre y negocios de souvenirs que exhiben muñequitos con su imagen lo ratifican.

A lo largo de la costa, desde Nápoles hasta Amalfi, en un paisaje de montaña y de un mar tan azul que parece de tarjeta postal, abundan los limoneros. Es por eso que no llama la atención que los restaurantes, después de la comida, ofrezcan limoncello a sus clientes como norma de cortesía.
Por el imprudente camino costero, al igual que por las estrechas calles de las ciudades y los pueblos de la región, el ir y venir de las Vespa es incesante. De fondo, hacia las montañas, el mítico y, por ahora, tranquilo Vesubio; hacia el mar, la isla de Capri.
La fascinación que producen los italianos en los turistas japoneses es notable. Un grupo se divierte filmando a dos empleados de una heladería de Amalfi que, mientras llenan los cucuruchos, cantan histriónicamente Torna a Surriento posando para la cámara. Ese mismo grado de fascinación es el que parecen producir dos jóvenes japonesas en dos mozos italianos que las atienden en un restaurante de Sorrento (ni rastros de sorrentinos en el menú), quienes juegan a seducirlas y, al parecer, obtienen alguna información que ellas les entregan en un papelito blanco.
La pequeña ciudad de Positano se despliega cinematográficamente desde la montaña hacia el mar. Sus calles zigzagueantes, que son como patios y escaleras, se alargan cansadamente hasta una playita de arena oscura, donde una pareja se besa interminablemente, mientras los habitantes acuden a la misa del domingo en la Iglesia Santa María Assunta.
Menos cinematográfico aunque no menos atractivo, el mercado de la calle Pignasecca, en Nápoles, ofrece una enorme variedad de pescados y mariscos frescos, gigantescas longanizas y cigarrillos probablemente contrabandeados, en un ambiente no tan idílico pero más real y cercano.

Nada hay, fuera de Buenos Aires y de unas pocas ciudades argentinas, menos ajeno a un porteño que el carácter de la gente del sur de Italia, donde puede pasar totalmente desapercibido, a menos que se disfrace de turista y empuñe permanentemente una cámara de fotos. En París sería fácilmente confundido con un italiano por sus gestos y por su acento. En Nápoles, su acento lo delataría. Entonces, inevitablemente, vendrían la pregunta y el comentario:
-¿Argentino? ¡Come Maradona!

2 comentarios:

Malala dijo...

Excelente!!! Ya estoy viajando por el sur de la Bella Italia...

Luis Colucci dijo...

Gracias! Fantástico el sur de Italia. Bon voyage!