La comida no había sido especialmente memorable, un sandwich de pollo
no del todo fresco en Termini. Era la segunda vez en el día
que me perdía la estación de trenes y llevaba ya demasiadas horas
rodando: primero desde Barcelona hasta el caserío que se encuentra
cruzando la frontera francesa y , una vez atravesada la costa azul,
cambio de trenes e intervención policial con desalojo de marroquíes
y una ambigua sensación de mesalveporunpeloporpareceritaloespañol.
Pero esa es otra historia y ahora estaba exprimiendo al máximo mi
pase europeo de 48 horas en el tramo Roma-Palermo.
Julia
necesitaba desesperadamente abandonar Roma, esa ciudad más muerta
incluso que París, y desbordada de ruinas, iglesias, arte y tantas
cosas que le eran ajenas. Un aburrimiento total. O así me había
dicho en su último correo en el que me pedía que abandonara el
carnaval de Sitches para rescatarla y huir al Sur. El plan era
visitar Sicilia, pese a mis advertencias de que estaría tan poblada
de ruinas como Roma, Pompeya (más ruinas inclusive)y luego visitar
algunos parientes suyos al este de Nápoles.
A poco
de ocupar nuestros asientos en un compartimiento sin reservas ni
ocupantes, lo que nos permitiría convertirlos en cama y dormir
hasta que el tren se embarcara en el estrecho de Messina, un hombre
de unos treinta y cinco años, contextura media, piel color oliva,
pelo negro corto camisa gris a rayas grises y todos los tópicos
imaginables de un siciliano nos pide lo excusemos y se sienta junto a
nosotros.
¿Argentinos?
Tengo que decirles que se ven Italianos. Es un cumplido, no vayan a
ofenderse. ¿Primera vez en Sicilia? Su italiano está muy bien,
comprenden, verdad. Se dice mucho del sur de Italia. Aquí en el
centro y en todo el norte nos desprecian, pero no somos pobres ni
ignorantes, más simples, es posible, tal vez quedados en el tiempo,
pero en un buen sentido. Los italianos somos marginales en Europa
y los sicilianos somos los italianos de Italia. Demasiados mitos
habitan nuestras ciudades, pero no sufrimos. En Sicilia las cosas son
hermosas, algo tradicionales, sí, pero románticas. “El padrino”
no nos ha ayudado mucho, especialmente la segunda película. La
mafia, las trampas, nada de eso es real. Son cosas inventadas por los
americanos, ignorantes de nuestras tradiciones que piensan que somos
vagos, corruptos, autómatas gritones, comedores de pasta en
camiseta. En Palermo, por ejemplo, mi ciudad se dicen muchas cosas de
las familias, pero no hay nada que temer. Ustedes pueden ir a
cualquier parte libremente, salir de noche, de mañana, entrar a
cualquier lugar. No tendrán problema alguno, les digo más, se van a
enamorar, si es que no están ya enamorados. Verán que la gente es
muy respetuosa y afectuosa, especialmente con ustedes, los
argentinos. De las familias y la mafia, del crimen organizado, de las
patotas, no tienen que preocuparse. Pero en cualquier caso, si
tuvieran el más mínimo problema, si se metieran en el lugar
equivocado o en cualquier situación difícil, no tienen que
preocuparse. Sólo necesitan mencionar mi nombre, Antonio Tomasini de
Palermo. Todos los palermitanos me conocen y estoy muy contactado.
Como amigos mios están por demás cubiertos ante cualquier
infortunio que pudiera ocurrirles o estar a punto de ocurrirles. No
es que lo vayan a necesitar, pero recuerden, Antonio Tomasini, de la
Familia. Antonio Tomasini, eso es todo, no tienen nada que temer.
2 comentarios:
"Como amigos míos" . Lindo che.
Muchísimas gracias, maravillosa Meirveilleuse.
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