lunes, 21 de enero de 2013

Postal 4: Nada que temer (borrador 2)

La comida no había sido especialmente memorable, un sandwich de pollo no del todo fresco en Termini. Era la segunda vez en el día que me perdía la estación de trenes y llevaba ya demasiadas horas rodando: primero desde Barcelona hasta el caserío que se encuentra cruzando la frontera francesa y , una vez atravesada la costa azul, cambio de trenes e intervención policial con desalojo de marroquíes y una ambigua sensación de mesalveporunpeloporpareceritaloespañol. Pero esa es otra historia y ahora estaba exprimiendo al máximo mi pase europeo de 48 horas en el tramo Roma-Palermo.
Julia necesitaba desesperadamente abandonar Roma, esa ciudad más muerta incluso que París, y desbordada de ruinas, iglesias, arte y tantas cosas que le eran ajenas. Un aburrimiento total. O así me había dicho en su último correo en el que me pedía que abandonara el carnaval de Sitches para rescatarla y huir al Sur. El plan era visitar Sicilia, pese a mis advertencias de que estaría tan poblada de ruinas como Roma, Pompeya (más ruinas inclusive)y luego visitar algunos parientes suyos al este de Nápoles.
A poco de ocupar nuestros asientos en un compartimiento sin reservas ni ocupantes, lo que nos permitiría convertirlos en cama y dormir hasta que el tren se embarcara en el estrecho de Messina, un hombre de unos treinta y cinco años, contextura media, piel color oliva, pelo negro corto camisa gris a rayas grises y todos los tópicos imaginables de un siciliano nos pide lo excusemos y se sienta junto a nosotros.
¿Argentinos? Tengo que decirles que se ven Italianos. Es un cumplido, no vayan a ofenderse. ¿Primera vez en Sicilia? Su italiano está muy bien, comprenden, verdad. Se dice mucho del sur de Italia. Aquí en el centro y en todo el norte nos desprecian, pero no somos pobres ni ignorantes, más simples, es posible, tal vez quedados en el tiempo, pero en un buen sentido. Los italianos somos marginales en Europa y los sicilianos somos los italianos de Italia. Demasiados mitos habitan nuestras ciudades, pero no sufrimos. En Sicilia las cosas son hermosas, algo tradicionales, sí, pero románticas. “El padrino” no nos ha ayudado mucho, especialmente la segunda película. La mafia, las trampas, nada de eso es real. Son cosas inventadas por los americanos, ignorantes de nuestras tradiciones que piensan que somos vagos, corruptos, autómatas gritones, comedores de pasta en camiseta. En Palermo, por ejemplo, mi ciudad se dicen muchas cosas de las familias, pero no hay nada que temer. Ustedes pueden ir a cualquier parte libremente, salir de noche, de mañana, entrar a cualquier lugar. No tendrán problema alguno, les digo más, se van a enamorar, si es que no están ya enamorados. Verán que la gente es muy respetuosa y afectuosa, especialmente con ustedes, los argentinos. De las familias y la mafia, del crimen organizado, de las patotas, no tienen que preocuparse. Pero en cualquier caso, si tuvieran el más mínimo problema, si se metieran en el lugar equivocado o en cualquier situación difícil, no tienen que preocuparse. Sólo necesitan mencionar mi nombre, Antonio Tomasini de Palermo. Todos los palermitanos me conocen y estoy muy contactado. Como amigos mios están por demás cubiertos ante cualquier infortunio que pudiera ocurrirles o estar a punto de ocurrirles. No es que lo vayan a necesitar, pero recuerden, Antonio Tomasini, de la Familia. Antonio Tomasini, eso es todo, no tienen nada que temer.

2 comentarios:

Merveille dijo...

"Como amigos míos" . Lindo che.

Martín Narvaja dijo...

Muchísimas gracias, maravillosa Meirveilleuse.