miércoles, 9 de junio de 2010

Encuentro

Por su aspecto trágico y un poco melancólico, por su naturaleza no del todo informe, el promontorio que vieron elevarse entre la hojarasca marina daba la impresión de un naufragio chiquito. Como cualquier pila de basura en una playa en un día nublado, complicando los contornos y la textura de un panorama completamente gris: cielo gris, mar y arena grises, viento gris, gris temperatura (grises distintos, claro). Esa "cosa", si es que la palabra cosa puede usarse para nombrar algo así, parecía la última (y quizás peor conservada) ruina de la menos avanzada civilización milenaria extinta o un círculo de carretas dejado al sol por los sioux, apenas cubierto por lo que fueran lonas y cuero. Nada, de no ser por los restos de la aleta dorsal y unas tres o cuatro medias costillas, permitía saber que "eso" que se destacaba entre la resaca del mar hubiera sido alguna vez una ballena.
Guardaba todavía el aire sagrado (aunque no afectado ni solemne) que debieron haber tenido los primeros altares cristianos (cuando eran secretos y estaban prohibidos), antes de que las ceremonias se burocratizaran (cuando no eran más que compartir un poco de pan, en secreto, porque estaba prohibido).
Mariano y su hijo se miraron y se descubrieron al mismo tiempo con un gesto más o menos reflejo (e inexplicablemente natural, o sólo explicable por la costumbre cinematográfica, ya que no usaban sombrero en general y sólo tenían unos gorros para protegerse del sol: uno de pescador, tipo piluso, Mariano; Juan uno con visera). Mariano quiso decir algo, algo importante, pero no supo encontrar las palabras. Dijo: qué bárbaro, eh. una cosa tan monumental terminarndo así - Juan asintió con un gesto de comprensión - ya no queda mucho, un poco del cuero este, que es la piel, los huesos, la estructura - casi irreconocible pensó mientras Juan asentía de nuevo- casi nada, casi y así y todo... La ballena y la playa nadaban ya en sus ojos grises.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Realmente bello y poético.

Martín Narvaja dijo...

Estimado/a anónimo/a:
Muchas gracias por su anónima simpatía.

Saludos (beso o abrazo según corresponda), M.

Anónimo dijo...

Cada vez que lo leo me encanta un poquito más.
Aún así, elijo el anonimato.

Anónimo dijo...

Es muy lindo! Fue escrito en un momento muy inspirado?
Gracias por tu rta. (corrresponde beso).

Martín Narvaja dijo...

Estimada anónima:
Es usted es muy amable.

El primer borrador fue escrito en una playa del sur, en enero del corriente año. La versión que acabó en el blog viene de reescribir ese borrador: sacar algunas cosas, poner otras; en resúmen, de corregir.
Escribí bastante durante esos días. Mucho de eso no es publicable de ninguna manera.
Inspiración, no sé. Estaba sí, digamos, sensible. Pero creo finalmente que es como dice Chandler: si uno no tiene otra cosa que pueda hacer, acaba escribiendo con tal de no aburrirse (como él observa, eso se aplica muy bien en el aula: si se logra hacer que los alumnos se queden en sus pupitres, aprenderán aunque sólo sea porque es menos aburrrido que mirar el techo).
Yo estaba solo en una playa y tenía la libretita y una lapicera y tinta y no tenía otra cosa...

Un beso (ya que corresponde), M

PS: Gracias por su interés (lamento que conserve el anonimato)

Anónimo dijo...

Es curioso que el relato me encantó por su sonoridad y por la sensación de estar viendo (o viviendo) yo misma la escena y que luego, prácticamente, lo mismo me haya ocurrido al leer sobre el modo en que se estaba gestando.
Pero más curioso aún (debo confesar) fue que mencionaras a Chandler, ya que justamente hace muy pocos días compré El largo Adiós (después de haberlo buscado una semana en varias librerías de Bs. As.)y lo estoy disfrutando ahora.
No sabía que Chandler había dicho eso. Aunque creo, está claro, aprovechar el tiempo libre para escribir algo (y que luego resulte bueno) no sucede siempre ni a todo el mundo...y sólo por eso hay que celebrarlo.
Con respecto a quién soy, no me animo a decirte ahora(sólo puedo decirte que siempre te dije quien era).
Un beso.

Martín Narvaja dijo...

Estimada anónima:
Chandler es gran cosa; las coincidencias también.
Qué intriga lo otro; qué pena que no se anime. Pero como por lo visto nos conocemos o nos hemos conocido, confio en que encontrará la forma de decir "soy yo" cuando lo crea oportuno (por aqui o por otro lado)
Su última frase me recuerda una que está en algún lugar del viejo o nuevo testamento, dios dice (tampoco recuerdo a quién): "Yo soy el que soy" o "Yo soy el que es" (el otro entiende que se trata de Dios aunque no hay mayor acuerdo acerca de qué quizo decir).

Un beso, M.

Anónimo dijo...

Voy por la página 158 de El largo Adiós (de 350 que tiene la edición que compré). Lo voy leyendo un tanto lento (cuando puedo, casi siempre en el subte, como es mi costumbre) mientras espero algo ansiosa leer una nueva publicación de tu autoría.
A lo demás, ya me animaré.
Un beso.