jueves, 20 de mayo de 2010

Glosa

En cierta ocasión escribí un ensayo con epígrafe de Epicuro: “Con una actividad desenfrenada se acumula gran cantidad de riquezas, pero a ellas se les une una vida desgraciada”. Comenzaba de este modo:

" Corre el año 1770, María Antonieta contrae matrimonio con quien luego sería coronado Luis XVI, Rousseau se instala en París y realiza lecturas públicas de las Confessions; en Córcega, Napoleón Bonaparte da sus primeros pasos. El 27 de Agosto de aquel año, el mismo que meses antes había dado a luz a Manuel Belgrano, nace en Stuttgart el filósofo Georg Wilhem Friedrich Hegel. Cincuenta y un años después publicaría sus Principios de la Filosofía del derecho.

La inicial perplejidad que provoca la obra filosófica elaborada por Hegel finalmente deviene en respeto, más aun, fascinación Esta última impresión resiste a la prueba de su poco efectiva prosa que no carece sin embargo de la eventual y feliz gracia de numerosos pasajes. De aquella puede decirse justamente lo que Borges adjudicaba, con alguna ironía, a la creación de Whitehead:

“Nadie puede entender la filosofía de nuestro tiempo sin entender a Whitehead, y casi nadie puede entender a Whitehead. Su doctrina general es tan indistinta que sus más implacables refutadores corren el albur de apoyar y corroborar lo afirmado por él. Naturalmente, sus divulgaciones contribuyen a oscurecerlo... Palabra por palabra, hoja por hoja, y a veces hasta capítulo por capítulo, Whitehead es comprensible: lo difícil es coordinar en un todo armónico esas comprensiones parciales. Ese todo (me aseguran) existe.”

Mal haría yo, no obstante, procurando una reseña de los Principios de Filosofía del derecho, peor todavía de la obra de Hegel o de su lugar dentro del Idealismo Alemán. El objeto de este ensayo es, en cambio, comentar, analizar y, finalmente, esbozar algunas observaciones acerca de los Problemas de la Sociedad Civil planteados por Hegel y la naturaleza de su solución.

I Dilthey señala que aunque la Enciclopedia de las ciencias Filosóficas no fue publicada sino hasta 1817, el Sistema hegeliano se hallaba ya completo una década antes. Por ese entonces Hegel ya había concluido dos obras capitales: la Fenomenología del espíritu, publicada en 1807 a partir de los trabajos realizados en Jena, donde se encontraba ejerciendo la docencia desde 1801, y la Lógica, publicada en Nuremberg entre 1812 y 1816.

En el otoño europeo de 1818, Hegel es nombrado profesor de Filosofía en la Universidad de Berlín. Los Fundamentos de la filosofía del Derecho, obra que aquí nos ocupa, es de este período y cumple un papel específico dentro del sistema: la exposición sistemática del entramado de deberes, normas, costumbres y estructuras políticas y económicas que vinculan a los hombres como miembros de una comunidad y sujetos morales.
.."

Y concluía así:

" Ahora bien ¿qué es lo que puede desprenderse de lo dicho? Algunas observaciones. La sociedad civil, por medio del desenvolvimiento del sistema de las necesidades, logra una emancipación de la limitación natural (externa) de las necesidades humanas. Una consecuencia adversa de este desenvolvimiento es lo que, en nuestros términos, puede denominarse marginalidad (la existencia de un conjunto de individuos que no tiene lugar en la sociedad).

Puede que la administración de justicia y el poder de policía basten para impedir las aberraciones de la pobreza. Creo que el punto no es que la sociedad civil no pueda regularse, sino que el tipo de regulación que exige es una mera reacción a la desestabilización hacia la que por sí misma tiende. Es decir, consiste en una regulación momentánea, externa y contingente. Por otra parte, aun concediendo que la solución a los problemas de la sociedad civil implique necesariamente la consideración del plano ético político estatal, no parece que la pobreza y la miseria puedan superarse si no es por el intermedio de la actividad económica. Esta cuestión no es menor, intento decir que pareciera ser que ante el problema de la pobreza hay dos alternativas: o bien tiene solución dentro de la sociedad civil o bien no la tendría en el Estado.

La observación que quisiera hacer respecto de esto último es doble. Por un lado, en el planteo hegeliano, la clave fenoménica que indica la insuficiencia de un momento es la contingencia de su estabilidad interna, su Inestabilidad intrínseca. Tal inestabilidad es el correlato necesario de su deficiencia ontológica y, en este sentido, lo dicho acerca de los problemas de la sociedad civil evidencia que esta necesita de una instancia superadora. Por otro lado, que el problema de la marginalidad no es económico, más bien, el problema económico de la pobreza es sólo un aspecto del problema general de la miseria.

La causa de este último es el deseo desenfrenado y sin guía. La eliminación de esta causa estaría en manos de las corporaciones y el Estado. El estado hegeliano da totalidad a las posibles elecciones de planes de vida y ofrece estándares eliminando la exterioridad de las opciones acerca de las cuales el arbitrio opta. Hace que todo lo que el individuo pueda hacer objeto de su voluntad particular sea algo puesto, no exterior.

La consecuencia de la actividad de las corporaciones es que el control de las pretensiones de enriquecimiento excesivo constituye un contrapeso interno para las motivaciones que llevan al exceso de producción que provoca las crisis económicas que tienen como consecuencia eventual a la miseria (pobreza y marginalidad).

Ante el problema de la miseria, que en el sentido que he dado a esta palabra abarca tanto a la pobreza material como a la marginalidad, no suelen plantearse más que dos opciones: la indiferencia total del laissez Faire y la coerción estatal sobre la caridad. Guardo la esperanza de que haya otras alternativas. Hegel colabora con mi fe."

Hoy, lo que más me trae de Hegel es una inexplicable cercanía con Aristóteles y una cierta idea oscura sobre la decadencia de la cosas, el hecho de que no se puede volver (por motivos ontológicos) ya sean heraclíteos o Hegelianos y , con ello, la memoria de Ulises y todos los heroes que cargaron su remo al hombro y caminaron hasta encontrar un lugar en el que nadie supiera qué era un bote...

1 comentario:

Martín Narvaja dijo...

Sólo quiero hacer notar dos cosas: que luego de la abundante lectura hegeliana y de autores dieciochescos, mi prosa se puso un poco incomprensible y dos pocos barroca; que me excuso de todo ello con el sencillo argumento de que al escribirlo estaba demasiado insomne, demasiado agobiado y demasiado bebido. Y me hago cargo de todas las ambigüedades de ese "lo".