viernes, 21 de diciembre de 2012

Postal 2: Picante

Tres hombres llorando alrededor de una mesa sin cubiertos ni mantel. Eso era la cena. Y ninguna división del trabajo tenía más sentido (proletario o no) que aquella que se aplicaba a las manos. Hermanas de suerte desigual, la izquierda pende del brazo acodado sobre la mesa y sostiene la servilleta que sirve también de toalla de mano y pañuelo; la derecha empapada hasta los nudillos con arroz, teñida de masala, hace de tenedor y cuchara. 

Bernard dice que jamás eructaría en un restaurant francés comiendo un tournedo con salsa Béarnaise y bebiendo las trece uvas del  Châteauneuf du Pape, pero que en Jodhpur comiendo cordero guisado con trece especias y agua era lo más natural e incluso bueno para la digestión del picante. Sorprendentemente no sólo es él, el extranjero, quien sufre por la violencia viril del condimento. En esa mesa de hombres, sus huéspedes tienen también los ojos rojos, la nariz chorreante y el ají verde en el aliento y las hinchadas comisuras de los labios. Pregunta entonces pensando en voz alta cómo es que no están acostumbrados. 
"¿Por qué parece que están sufriendo el picante? ¿No tienen el hábito?" que es respondida con una sencillez digna de la oscura resignación húngara o gauchesca: "- Tenemos el hábito de sufrir así. Nos cae pésimo y nos quema. Por eso mascamos los caramelos de bicarbonato y tomamos yogurt con hepatalgina y sabor a mango dos veces al día y nos morimos a los sesenta. Eso es estar acostumbrado, qué pensabas. - Que sufrían menos. ¿No pensaron en comer con menos picante? - No, se come así. Así come toda mi familia. Es así desde siempre, es nuestra herencia y no tendría sentido cambiarlo." 

Por fortuna llegarán pronto el yogurt fresco, el lavado de manos y las elongadas horas sonoras en el retrete, indian style

8 comentarios:

Niña Hippie dijo...

Los pobladores originarios de la India son mucho más sabios que nosotros.

Martín Narvaja dijo...

Querida niña hippie:

No estoy seguro de su sabiduría, lo que le puedo asegurar es que los pobladores originarios de la India son mucho más indios que nosotros.

Felices fiestas, M.

Niña Hippie dijo...

Los pobladores originarios de la India son mucho más originarios que nosotros.

Martín Narvaja dijo...

Pero no más pobladores, eso sí que no. Felices fiestas niña hippie.

Anónimo dijo...

Leo esta postal y me causa una cierta tristeza. Tristeza de pensar que somos incapaces de abandonar las estructuras que nos hacen sufrir. Por más insignificantes y pintorescas que parezcan... es una resignación absurda. Distinta a la del hombre de la postal anterior (CHAPATI), su resignación tiene fuerza, tiene otra dinámica, otro humor...
Una simple percepción, que quizá, cambie en otra lectura.

Martín Narvaja dijo...

Estimado Lector (sea otro o el mismo del club de los anónimos:
Usted ha dado en el clavo (sobre el clavo?).Tiene algo de triste sí, pero también bastante de humor. Creo que ambas sensaciones son las que coexisten en la apropiación consciente de una toda herencia cultural. Digo, aceptar conscientemente aquello que, al margen de la evaluación de pros y contras es algo que no está dentro del ámbito de lo que puede ser elegido o rechazado mas que en un sentido puramente discursivo. Si no tuviera esos dos aspectos, no sé. Igualmente no deja de haber matices. Creo que en Chapati el retrato es más gracioso porque es más externo...

Nuevamente gracias por leer y sus comentarios, M.

PS. ¿Quién será usted y por qué elegirá el anonimato?

Anónimo dijo...

Que hay humor no cabe duda. Que hay tristeza, ya lo dije. Supongo que sí, toda herencia cultural es una mezcla de ambos...
Sin embargo, creo en el cambio de esas herencias, tanto en el plano real como el discursivo (si no es lo mismo)y creo que en ese cambio radica la importancia de toda herencia cultural: de rastrear a lo largo del tiempo y de los discursos que nos conforman, lo que pudimos cambiar y lo que aceptamos (o resignamos). Lo que causa tristeza de acá (y también risa) es que el cambio es muy simple y lo que lo frena es una desidia al cambio. Es un tema menor, es una costumbre, pero también se aplica a tantos discursos de tradiciones moralistas-valorativas, que da miedo pensar que funcionamos de la misma manera ante ellos.
Pero quizás, repito, me equivoco... seguramente. Es una percepción a través de un relato, usted sabrá mejor, que lo vivió (o lo inventó).

Martín Narvaja dijo...

Estimad Anonim:
Yo creo que funcionamos del mismo modo. Así y sólo así puedo pensar que no somos todos unos hijos de puta, especialmente yo, que tengo un cuarto de más y no se lo ofrezco a desconocidos totales. O quizás sí, lo somos, no sé.
En cualquier caso, tanto el plano discursivo como el otro son creo el mismo, o parte de lo mismo, parte del plano de lo real, que tiene poco de plano y es un bastidor enorme de tres dimensiones en el que con mala resolución intentamos hacer lugar para para nuestras representaciones, entre cuyas formas se cuenta la discursiva.

Saludos cordiales, M.