lunes, 23 de julio de 2012

Vidas Inimaginarias III: Marcel Proust

Autor de En busca del tiempo perdido, Marcel Proust supo reproducir con perfecto detalle  los tediosos pormenores del tedio de la vida burguesa de la Belle Epoque y, con preciosista matiz, algunos de sus puntos de tensión crucial. Aquellos lectores que ha atravesado los siete volúmenes de su obra principal, afirma el mito, la juzgan universal.


Marcel Proust nace en 1871 en Auteuil, en los suburbios de París. Veinte años antes moría Balzac, cuyo Reverso de la historia contemporánea, o al menos su primera parte, prefiguraban la vida de nuestro autor. Su infancia transcurre durante la consolidación de la tercera república francesa y buena parte de su obra retrata los cambios sociales acaecidos durante ese período: la decadencia última de la aristocracia y el ascenso definitivo de la clase media burguesa en los años postreros del siglo XIX. Su padre, Achille Adrien Proust fue un epistemólogo célebre; su madre, Jeanne Clémence Weil, hija de una familia pudiente de la región de Alsacia. Lejos de los intereses científicos de Zola, se inscribiría plenamente en la línea cultural materna.
Ya desde niño, Proust comenzó a manifestar signos de debilidad y una constitución física enfermiza, sufriendo frecuentes ataques de tos. Como consecuencia de sus dolencias, ve interrumpidos reiteradamente sus estudios en el Liceo Condorcet, escenario de los terribles personajes de Cocteau, que había comenzado en 1882. Ello no le impide, sin embargo, destacar por sus habilidades literarias, habilidades cuyo reconocimiento pondría al servicio de sus ambiciones sociales, el camino inverso al de Scott Fitzgerald.
Indisciplinado, habiendo cumplido su servicio militar involuntario entre 1889 y 1890, el joven Proust , adquiere fama de diletante, escritor de aficionado y snob con pretensiones de hombre de sociedad. Se debía ya a su público futuro. Esta fama y la clase de vida que la sustentaba, serán cruciales en el derrotero de su obra. Por un lado, lo pondrán en contacto con los círculos literarios parisinos, la ville, la plus beau du monde, que retrataría en su obra; por otro, le traerán dificultades para publicar el primer volumen de su gran excursión literaria Por el camino de Swann, lo que ocurriría finalmente en 1913.
Contra la voluntad de su padre, pero apañado por su madre, con quien tenía una relación extremada y casi agustinianamente cercana, Proust se niega a aceptar ofertas laborales e insiste en vivir con sus padres y a costa de ellos. En 1896, para calmar los reclamos paternos, acepta un trabajo como voluntario en la Biblioteca Mazarine. Inmediatamente pide una licencia por motivos de salud, que extiende indefinidamente. Durante ese período escribe algunas colaboraciones periodísticas y literarias en periódicos diversos, especialmente en El banquete revista de la cual había sido fundador. En 1896, se publica Los placeres y los días, obra cuyo título juega con el de la clásica obra de Hesíodo (evitando la parte que le era desconocida) y que glosa muchos de sus escritos de juventud con un prólogo de Anatole France. A la muerte de su madre, ocurrida en 1905 y apenas dos años posterior a la de su padre, Proust recibe una considerable herencia, que le permitirá continuar con su vida literaria sin necesidad de distraer su tiempo en oficio alguno. 
Su nunca buena salud se ve progresivamente deteriorada. Pasa los últimos años de su vida dedicado a la tristeza y a la escritura afiebrada de su inabarcable obra. Oscuro en los días, encerrado, dedica las noches a escribir. Su carácter cambia y finalmente se entrega por completo al arte. Pero ya era tarde. En 1919 aparece el segundo volumen de En busca del tiempo perdido; entre 1921 y 1922, Sodoma y Gomorra. Ese mismo año, moriría a consecuencia de una neumonía mal curada. El resto de su obra es publicada póstumamente.

Famoso cuestionario

Existen dos versiones sobre el célebre custionario de Proust sobre la personalidad. Según la primera, Proust descubre el juego inglés llamado confesiones, pergeña una versión francesa de las preguntas y ensaya respuestas para su solaz. De acuerdo con la segunda, él habría sido tan sólo un célebre entrevistado pero no su creador. En uno u otro caso, el año es 1890. A la pregunta “¿Cuál es la cualidad que prefiere en un hombre?” respondió “El encanto femenino”. Una niñata de su época.

3 comentarios:

Ana dijo...

Sacado de una excelente película, como "Little Miss Sunshine"...

Diálogo sobre Proust:

Dwayne: I wish I could just sleep until I was eighteen and skip all this crap-high school and everything-just skip it.

Frank: Do you know who Marcel Proust is?

Dwayne: He's the guy you teach.

Frank: Yeah. French writer. Total loser. Never had a real job. Unrequited love affairs. Gay. Spent 20 years writing a book almost no one reads. But he's also probably the greatest writer since Shakespeare. Anyway, he uh... he gets down to the end of his life, and he looks back and decides that all those years he suffered, Those were the best years of his life, 'cause they made him who he was. All those years he was happy? You know, total waste. Didn't learn a thing. So, if you sleep until you're 18... Ah, think of the suffering you're gonna miss. I mean high school? High school-those are your prime suffering years. You don't get better suffering than that.

Martín Narvaja dijo...

Es una película muy querible.Muy muy.

Igual dudo mucho que Proust haya tenido verdadero sufrimiento. Á la John Donne, era una vieja quejosa.

Lo cual es consistente con la afirmación, en sus años de felicidad (todos), no aprendio nada.

:P

Ana dijo...

Jajaja.... excelente observación.

Ese es el problema de la felicidad. No se aprende nada. Es el karma de los aristotélicos.