De acuerdo con la
Organización Mundial de la Salud, en 2008 murieron 56.888.288
personas. El cancer mató a 7.583.252, 1.387.460 de esas muertes
están vinculadas al tabaquismo. El hiv/sida, a 1.776.270. Los
accidentes de tránsito a 1.208.691. 510.349 murieron por caídas
accidentales. 71.475 por abuso de drogas. Los trastornos obsesivos
fueron responsables de la muerte de 25. La migraña por la de 13. El
pánico mató a 9. El insomnio a 7. Sólo un hombre y 30 mujeres
murieron por caries.
La belleza no es una de
las causas de muerte consideradas por la OMS. La belleza, tan tópica
y vinculada a ese otro tropo el amor, duele, pero no mata. No como
las muelas cariadas, excepcional pero potencialmente mortales, ni
como los golpes. Duele como la inminencia de un final; como último
día de colegio-trabajo-locación y como el primero que es el último
de las vacaciones; como el aire que enfrentan los labios después de
los besos; como las reuniones familiares contagiadas de melancolía y
de una compulsión más teatral que cierta.
¿En que estarían
pensando antes de romperse la crisma las más de setenta mil
personas que murieron al caer accidentalmente? Su crepúsculo debe
haber sido mínimo, casi instantaneo: uy, una cáscara de banana;
la escalera tiene escarcha, tengo que pasar el secador; si sólo me
estiro un poco más llego a reconectar la antena; mañana, mañana lo
llamo.
La Belleza, que duele -
no se puede dejar de decirlo especialmente si es Belleza con
mayúscula - es una pura promesa. La belleza promete un anticipo de
inmortalidad. Duele en la aspiración a poseer y consevar un poco de
final, de fragilidad en sí. Retener las cosas así, tener todo el
preámbulo de la muerte y aspirar hondamente a todos los finales y a
toda la teleología. Vocación de equilibrismo.
Dolor, melancolía
profunda, oscura, sentimiento redundante que llena el estómago de
angustia y desgarra desde adentro, como hacen las manos desde afuera,
la mesa del café brasilero.
Quiero llorar y no lo
hago porque fui educado en un culto que lo condena.
Migraña: dolor de
cabeza agudo y persistente. En fermedad crónica, ver migrañoso.
¡¿Se puede morir de eso?! Trece personas no pueden decir que sí.
¿Y de otra definición? La migraña podría perfectamente ser uno se
esos seres que se llevan a los niños que se portan mal.
Sé que podría hundirme
en días cada vez más cortos mirando las sombras acelerar sobre este
mismo piso. Entiendo que en Kafka también hay paz y que ella no es
necesariamente horrible.
Miedo pánico,
generalizado, atacado, acabado,alabado sea dios y su temor y sus
temerosos que serán los primeros en dejar su último puesto en el
reino de los pobres. Bien aventurados los aventureros porque ellos se
avienen a las aventuras.
Tengo casi treinta años.
Tiempotiempotiempotiempotiempotiempotiempotiempo,
perdido en la ruinosa redundancia del tiempo.
Esto se dice menos: la
fealdad también duele. Su dolor es físico y como el de la espalda y las articulaciones, crónico.
Se puede morir de una
obsesión trastornada. Es menos probable que hacerlo por abuso de
drogas, pero posible.
La fealdad trae un dolor
al que algunos pueden acostumbrarse, como a la desgracia y al
deshonor, como a las amputaciones. Es hospitalaria, como el ruido
uniforme de las autopistas, esa obertura permanente para un mundo que
mata. Esa verdad de los que crecimos rioplatenses. Un infiernito
sudamericano, purgatorio arquitectónico. Mundo que arbuma de
bullicio y ruido ensordecedores fente al silencio permanente de Dios
que tenemos que interpretar y no sabemos. Un mundo que
indiferentemente puede matarde insomnio o de frío.
La fealdad duele como la
muerte. No es un final. No es su anticipación. Es el después. Cada
día más tenue y más insoportable. Una ética para fantasmas.
Distancias crecientes entre cuerpos y voluntades, entre uno y uno
mismo.
Tiempo, tiempo, tiempo,
ruido. Silencio
No es posible resignarse
a la belleza y a la fealdad sí. Ni es posible entregarse a la
belleza y sí a la mediocridad. La fealdad acaba siendo, a medida que
uno se engaña y se desvive, una verdad reconfortante, plácida, y no
tan fea.
La consecuencia de todo
esto es ninguna y no duele, pero tampoco deja de ser una mierda.
4 comentarios:
qué bueno
Gracias che.
"Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría". (Ecleciastés 9:10)
Cuánta verdad errante...
¿Qué tendrá que ver?
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