El número del 22 de marzo pasado de la revista Ñ incluye un artículo llamado "El Borges de dos mundos". No sin perplejidad noté la similitud entre el episodio allí reseñado, una mala retraducción del poema de los dones, y algunas de las ideas consagradas por la Po.da acerca de las cuales me he referido hace ya algún tiempo.
Veamos la degeneración de los primeros versos del "Poema de los dones":
Veamos la degeneración de los primeros versos del "Poema de los dones":
A
Nadie rebaje a lágrima o reproche
Esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.
B
Nadie debería leer autocompasión o reproche
En esta declaración de la autoridad
De Dios que con tanta espléndida ironía
Me concedió libros y ceguera con un único toque.
Nadie debería leer autocompasión o reproche
En esta declaración de la autoridad
De Dios que con tanta espléndida ironía
Me concedió libros y ceguera con un único toque.
Vano sería pretender excusar la ignorancia de los editores del diario El País. Sin embargo, algo puede decirse acerca de la banalidad de la denuncia. En "Las versiones homéricas", ensayo aparecido originalmente en 1932 y, junto a otros, en el volumen Discusión, Borges apunta: "La superstición de la inferioridad de las traducciones -amonedada en el consabido adagio italiano- procede de una distraída experiencia. No hay un buen texto que no parezca invariable y definitivo si lo practicamos un número suficiente de veces". En este sentido, las ideas de Borges acerca de la traducción (en otra parte defendería la superioridad de algunas traducciones por sobre el original) se acercan bastante a las que sostuviera Arlt en el célebre prólogo a Los Lanzallamas; aquel de la prepotencia de trabajo y el cross a la mandíbula literaria. ¿A qué tanto escándalo por una mala traducción si no se trata más que de una creación novedosa e igualmente legítima (aunque en nuestro caso se trate de una versión detestable: con un único toque)?
Que estemos en condiciones de indignarnos por dos versiones castellanas distintas de los versos citados es un azar y un capricho. En el mismo ensayo, JLB afirmó, luego de citar el primer párrafo del Quijjote, que no podría sino repudiar cualquier divergencia. "El Quijote, debido a mi ejercicio congénito del español, es un monumento uniforme, sin otras variaciones que las deparadas por el editor, el encuadernador y el cajista; la Odisea, gracias a mi oportuno desconocimiento del griego, es una librería internacional de obras en prosa y verso...".
Toda lectura de la mala traducción como producto de la globalización o de cualquier otro fenómeno contemporáneo es bizantina o escolástica. El concepto de "texto definitivo" no corresponde sino a la religión o al cansancio. En otro ensayo, que probablemente se encuentre aún en Otras inquisiciones, Borges defendió la doctrina de que un clásico es un texto que una o varias naciones han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal y profundo como el cosmos. Si, a través de las naciones o generaciones, el sentido de sus palabras es variable (como se sugiere en Pierre Menard) o se impone una traducción (como en el caso de la Odisea) el carácter clásico supone una paradoja: ser una clásico es imposible, a no ser en un lugar en un instante. Ningún texto se baña dos veces en el mismo río.
La indignación doble página de Andrés Neuman por la retraducción es un signo inequívoco del lugar de la obra borgeana. Quizás la respuesta a la paradoja se encuentre en el idealismo y la concepción del tiempo que Borges le adjudica; en las páginas de Shopenhauer, Hume o Berkeley, en "Nueva refutación del tiempo" o "Avatares de la tortuga". Si así fuera, ese instante en el que un texto es clásico sería todos los instantes y todo el tiempo. Del mismo modo, la universalidad no es otra cosa que una forma, virtuosa, de anonimato.
2 comentarios:
Leyendo tu texto se me ocurrieron las dos siguientes frases laudatorias:
- "Narvajazo a las costillas"
- "La narvaja de Martín en su más lúcida expresión".
Abrazo
Agradezco enormemente sus frases, muestra de gran ingenio y ambigua intención. Es un honor para Sindudamente contar con comentarios de filósofos laureados y muy entrevistados en medios masivos de comunicación como usted. Es grande, nachín.
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