Foto: Nora Spatola (2013). Berlín-Mitte |
Desde un balcón del número 5 de la Haberlandstraße, una pequeña calle del barrio de Schöneberg, pende una tela con la inscripción E=mc². En la vereda, una placa recuerda que ahí estuvo el departamento en el que vivió Einstein antes de que tuviese que abandonar Alemania. Ese es el lugar. El edificio es otro.
En el este, en medio de un enorme parque se levanta el Memorial de Treptow, que recuerda a los soldados soviéticos caídos en la lucha contra el nazismo. Su mármol rojo antes revistió las paredes de la cancillería del Reich, que fue parcialmente destruida durante los bombardeos aliados en la segunda guerra mundial y fue definitivamente demolida durante la ocupación soviética. Donde estuvo la cancillería ahora hay un estacionamiento y una especie de patio debajo del cual se encontraba el Führerbunker, el lugar donde se refugió Hitler antes de suicidarse en 1945 ante la inminente la caída de Berlín.
En pleno centro, frente al imponente Domo, se realizan las obras de lo que será el Castillo de los Reyes de Prusia. Ya no hay monarquía ni Prusia pero alguna vez allí sí hubo reyes y un castillo que también fue destruido durante la guerra. En su lugar, la República Democrática Alemana erigió el Palacio de la República, que fue demolido luego de la reunificación. Ahora se ha decidido reconstruir el antiguo castillo real. O, más precisamente, construir uno similar en el mismo lugar.
En la East Side Gallery, frente al río Spree y junto al Oberbaumbrücke, uno de los puentes más antiguos de la ciudad, se puede ver el fragmento más extenso que queda del muro que durante casi tres décadas no sólo dividió la ciudad a la mitad sino que también rodeó Berlín Occidental. Hoy, cubierto por murales y graffiti es una galería a cielo abierto.
Sin una imagen tan definida y cautivadora como la que pueden ostentar París o Roma, Berlín se ha convertido en una ciudad muy cosmopolita. Sometida constantemente a los avatares de su historia —las guerras imperiales, el nazismo, los bombardeos, la ocupación, la división, la guerra fría y la reunificación—, puede parecer que nunca termina de encontrar su forma; pero tal vez esa sea su forma: la variación, el cambio permanente.