lunes, 31 de diciembre de 2012

El académico mixto

                                                                                           a C. D., C. T., M. M y la memoria de A.B. C.

No podía evitarlo. Tenía una cita de Chesterton en la cabeza que le venía a la punta de la lengua cada tres minutos y medio desde hacía una semana. Más de tres mil ocasiones lo había asaltado ya la tentación de decir: "Hay dos formas de interpretar este crepuscular mundo nuestro: como un amanecer y como un ocaso"
Sencillamente, le encantaba. Que el ocaso y el amanecer fueran interpretaciones impuestas a un mundo cuya realidad es en sí misma crepuscular  era un acierto de una felicidad que podría envidiar el propio Oscar Wilde (que fue muy rico y poco feliz, como todos aquellos que tienen ocasión de haber vivido su madurez en Reading). 
Por suerte, pensó, podría usarla muy pronto en ocasión del congreso literario al q ue estaba yendo, nada menos que en Cusco y financiado por el largamente esperado subsidio de la Universidad de Buenos Aires y la Agencia de Propaganda Científica. Y si su posición en el mundo  académico no era envidiable, lo que se evidenciaba en la mesa que le habían asignado, a las 7:30 la mañana del último día del congreso, sábado, había logrado imponer su tema: la ficción de Peter Kapra y su traducción al español por los editores catalanes de la internacional Toray. 
La obra de Kapra abarcaba 274 novelas breves de ciencia ficción y tres volúmenes de relatos aparecidos en revistas del género. Un corpus admirable y enorme, mastodóntico hubiera dicho lugones de no haberse pegado un tiro veinte años antes de la publicación de Año 500.000, Planeta sin Tiempo, Odio en Kosol y tantos otros. Un corpus magnífico que él, Oxi Cabrini, dominaba por completo. Y lo mejor de todo , pensaba él, era que, a su modo de ver, Kapra era el próximo Pessoa (sin la necesidad de aburrir con el banal cambio de nombres, la saudade y ese medio idioma, más apto para la crónica deportiva que para la literatura). Kapra era el autor por descubrir en los años venideros de la crítica literaria, uno de los los genios más prolíficos que diera la ciencia ficción norteamericana de la costa oeste de la segunda mitad de la década de 1960.
En fin, todo esto pensaba el licenciado Cabrini con su espíritu crepuscular cuando un coco le cayó en la cabeza y poco más le rompe la crisma. 
Al despertar, le pareció que el mundo era claramente un amanecer, que eso del crepúsculo era una ambigüedad evitable, que la ciencia ficción y los policiales son géneros pervertidos y que por suerte  podía dedicar su postdoctorado a Lope de Vega o inclinarse por algún texto no excesivamente estudiado de Cervantes. Eso, después de todo, es lo que le había sugerido su novia a la que debió haber escuchado mucho tiempo atrás, especialmente antes de que lo dejara por el experto en pingüinos emperadores que luego se haría famoso por dejar morir la osa polar del zoológico de González Chaves, que muchos argumentan no era un oso, lo que se dice un oso,  y tenía de polar poco más que una peluca blanca. "Hubo una maratón nocturna de Bergman en TCM y me quedé dormido" declaró el muy imbécil luego de ser exonerado.  ¿Cómo podía haberlo dejado por semejante orangután diplomado?
Pensándolo mejor, se dijo asintiendo internamente, el mundo era más bien un ocaso o no. A fin de cuentas no estaba nada mal la cita de Chesterton. Definitivamente tenía que abrir su ponencia con ella. 

viernes, 21 de diciembre de 2012

Postal 2: Picante

Tres hombres llorando alrededor de una mesa sin cubiertos ni mantel. Eso era la cena. Y ninguna división del trabajo tenía más sentido (proletario o no) que aquella que se aplicaba a las manos. Hermanas de suerte desigual, la izquierda pende del brazo acodado sobre la mesa y sostiene la servilleta que sirve también de toalla de mano y pañuelo; la derecha empapada hasta los nudillos con arroz, teñida de masala, hace de tenedor y cuchara. 

Bernard dice que jamás eructaría en un restaurant francés comiendo un tournedo con salsa Béarnaise y bebiendo las trece uvas del  Châteauneuf du Pape, pero que en Jodhpur comiendo cordero guisado con trece especias y agua era lo más natural e incluso bueno para la digestión del picante. Sorprendentemente no sólo es él, el extranjero, quien sufre por la violencia viril del condimento. En esa mesa de hombres, sus huéspedes tienen también los ojos rojos, la nariz chorreante y el ají verde en el aliento y las hinchadas comisuras de los labios. Pregunta entonces pensando en voz alta cómo es que no están acostumbrados. 
"¿Por qué parece que están sufriendo el picante? ¿No tienen el hábito?" que es respondida con una sencillez digna de la oscura resignación húngara o gauchesca: "- Tenemos el hábito de sufrir así. Nos cae pésimo y nos quema. Por eso mascamos los caramelos de bicarbonato y tomamos yogurt con hepatalgina y sabor a mango dos veces al día y nos morimos a los sesenta. Eso es estar acostumbrado, qué pensabas. - Que sufrían menos. ¿No pensaron en comer con menos picante? - No, se come así. Así come toda mi familia. Es así desde siempre, es nuestra herencia y no tendría sentido cambiarlo." 

Por fortuna llegarán pronto el yogurt fresco, el lavado de manos y las elongadas horas sonoras en el retrete, indian style

lunes, 17 de diciembre de 2012

Postal 1: Chapati

Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

Trajina el motor de dos tiempos que rompe la tranquilidad del desierto de Thar vibrando sobre el ripio de las piedras doradas en correrrio de arena.

Siete hijos. Cada noche. No TV, no riqueza, no problemas. Poder Chapati. Yo, mi mujer, todo cada día siempre seís hijos seís. Lentejas, ajo, cebolla, aceite masala, chapati. Chapati power. Delhi, Bombay, dinero, Bollywood, Tagore, cultura, pensamiento. Acá no. Desierto. Mil nueve cuarenta y siete, Neruh, tiros, Pakistan, Chapati. Acá día, sol, desierto. Trabajo duro,  duro. Trabajo tradición. Allá uno, dos hijos, basta. Acá siete, ocho, cada noche y a la mañana.   Cincuenta y cuatro años y cada día, cada día chapati. Chapati, chapati power ¿Entendés? Orgullo Indio pibe. Cha pa ti.

Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

La nube de polvo y el ruido dejan paso al atardecer que trae el fresco de la noche y el humo de la bosta seca que  calienta el Chai y la plancha de acero en la que se cocinarán los chapatis y las lentejas  de la cena.




[El inicio original de la postal del 17-12 que consta aquí abajo fue reemplazado por el que ahora está arriba el 3-2-13

Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr. 
El motor de dos tiempos de la moto taxi espanta camellos y lagartijas mientras cruza el desierto de Tahr. Rodeando y tratando de sobreponerse al ruido, en medio de una nube de polvo y  piedras que golpean contra el  casi inexistente chasis abierto, la voz del conductor.]

martes, 11 de diciembre de 2012

Postales

Hoy es mi ultimo dia en la India. He estado aqui por dos meses, lo que es bastante decir y, al mismo tiempo, casi nada. Llevo de vuelta a Buenos Aires dos cuadernos de notas, ideas e impresiones. Son, o seran cuando acabe de mecanografiarlos, ensayos brevisimos. Versan sobre cultura, literatura, politica, moda, arte, musica. Son, o seran cuando los despache, un conjunto de postales; miniaturas de pensamiento; saludos. 

                         Bombay, 11 de diciembre de 2012.