lunes, 31 de diciembre de 2012

El académico mixto

                                                                                           a C. D., C. T., M. M y la memoria de A.B. C.

No podía evitarlo. Tenía una cita de Chesterton en la cabeza que le venía a la punta de la lengua cada tres minutos y medio desde hacía una semana. Más de tres mil ocasiones lo había asaltado ya la tentación de decir: "Hay dos formas de interpretar este crepuscular mundo nuestro: como un amanecer y como un ocaso"
Sencillamente, le encantaba. Que el ocaso y el amanecer fueran interpretaciones impuestas a un mundo cuya realidad es en sí misma crepuscular  era un acierto de una felicidad que podría envidiar el propio Oscar Wilde (que fue muy rico y poco feliz, como todos aquellos que tienen ocasión de haber vivido su madurez en Reading). 
Por suerte, pensó, podría usarla muy pronto en ocasión del congreso literario al q ue estaba yendo, nada menos que en Cusco y financiado por el largamente esperado subsidio de la Universidad de Buenos Aires y la Agencia de Propaganda Científica. Y si su posición en el mundo  académico no era envidiable, lo que se evidenciaba en la mesa que le habían asignado, a las 7:30 la mañana del último día del congreso, sábado, había logrado imponer su tema: la ficción de Peter Kapra y su traducción al español por los editores catalanes de la internacional Toray. 
La obra de Kapra abarcaba 274 novelas breves de ciencia ficción y tres volúmenes de relatos aparecidos en revistas del género. Un corpus admirable y enorme, mastodóntico hubiera dicho lugones de no haberse pegado un tiro veinte años antes de la publicación de Año 500.000, Planeta sin Tiempo, Odio en Kosol y tantos otros. Un corpus magnífico que él, Oxi Cabrini, dominaba por completo. Y lo mejor de todo , pensaba él, era que, a su modo de ver, Kapra era el próximo Pessoa (sin la necesidad de aburrir con el banal cambio de nombres, la saudade y ese medio idioma, más apto para la crónica deportiva que para la literatura). Kapra era el autor por descubrir en los años venideros de la crítica literaria, uno de los los genios más prolíficos que diera la ciencia ficción norteamericana de la costa oeste de la segunda mitad de la década de 1960.
En fin, todo esto pensaba el licenciado Cabrini con su espíritu crepuscular cuando un coco le cayó en la cabeza y poco más le rompe la crisma. 
Al despertar, le pareció que el mundo era claramente un amanecer, que eso del crepúsculo era una ambigüedad evitable, que la ciencia ficción y los policiales son géneros pervertidos y que por suerte  podía dedicar su postdoctorado a Lope de Vega o inclinarse por algún texto no excesivamente estudiado de Cervantes. Eso, después de todo, es lo que le había sugerido su novia a la que debió haber escuchado mucho tiempo atrás, especialmente antes de que lo dejara por el experto en pingüinos emperadores que luego se haría famoso por dejar morir la osa polar del zoológico de González Chaves, que muchos argumentan no era un oso, lo que se dice un oso,  y tenía de polar poco más que una peluca blanca. "Hubo una maratón nocturna de Bergman en TCM y me quedé dormido" declaró el muy imbécil luego de ser exonerado.  ¿Cómo podía haberlo dejado por semejante orangután diplomado?
Pensándolo mejor, se dijo asintiendo internamente, el mundo era más bien un ocaso o no. A fin de cuentas no estaba nada mal la cita de Chesterton. Definitivamente tenía que abrir su ponencia con ella. 

viernes, 21 de diciembre de 2012

Postal 2: Picante

Tres hombres llorando alrededor de una mesa sin cubiertos ni mantel. Eso era la cena. Y ninguna división del trabajo tenía más sentido (proletario o no) que aquella que se aplicaba a las manos. Hermanas de suerte desigual, la izquierda pende del brazo acodado sobre la mesa y sostiene la servilleta que sirve también de toalla de mano y pañuelo; la derecha empapada hasta los nudillos con arroz, teñida de masala, hace de tenedor y cuchara. 

Bernard dice que jamás eructaría en un restaurant francés comiendo un tournedo con salsa Béarnaise y bebiendo las trece uvas del  Châteauneuf du Pape, pero que en Jodhpur comiendo cordero guisado con trece especias y agua era lo más natural e incluso bueno para la digestión del picante. Sorprendentemente no sólo es él, el extranjero, quien sufre por la violencia viril del condimento. En esa mesa de hombres, sus huéspedes tienen también los ojos rojos, la nariz chorreante y el ají verde en el aliento y las hinchadas comisuras de los labios. Pregunta entonces pensando en voz alta cómo es que no están acostumbrados. 
"¿Por qué parece que están sufriendo el picante? ¿No tienen el hábito?" que es respondida con una sencillez digna de la oscura resignación húngara o gauchesca: "- Tenemos el hábito de sufrir así. Nos cae pésimo y nos quema. Por eso mascamos los caramelos de bicarbonato y tomamos yogurt con hepatalgina y sabor a mango dos veces al día y nos morimos a los sesenta. Eso es estar acostumbrado, qué pensabas. - Que sufrían menos. ¿No pensaron en comer con menos picante? - No, se come así. Así come toda mi familia. Es así desde siempre, es nuestra herencia y no tendría sentido cambiarlo." 

Por fortuna llegarán pronto el yogurt fresco, el lavado de manos y las elongadas horas sonoras en el retrete, indian style

lunes, 17 de diciembre de 2012

Postal 1: Chapati

Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

Trajina el motor de dos tiempos que rompe la tranquilidad del desierto de Thar vibrando sobre el ripio de las piedras doradas en correrrio de arena.

Siete hijos. Cada noche. No TV, no riqueza, no problemas. Poder Chapati. Yo, mi mujer, todo cada día siempre seís hijos seís. Lentejas, ajo, cebolla, aceite masala, chapati. Chapati power. Delhi, Bombay, dinero, Bollywood, Tagore, cultura, pensamiento. Acá no. Desierto. Mil nueve cuarenta y siete, Neruh, tiros, Pakistan, Chapati. Acá día, sol, desierto. Trabajo duro,  duro. Trabajo tradición. Allá uno, dos hijos, basta. Acá siete, ocho, cada noche y a la mañana.   Cincuenta y cuatro años y cada día, cada día chapati. Chapati, chapati power ¿Entendés? Orgullo Indio pibe. Cha pa ti.

Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

La nube de polvo y el ruido dejan paso al atardecer que trae el fresco de la noche y el humo de la bosta seca que  calienta el Chai y la plancha de acero en la que se cocinarán los chapatis y las lentejas  de la cena.




[El inicio original de la postal del 17-12 que consta aquí abajo fue reemplazado por el que ahora está arriba el 3-2-13

Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr. 
El motor de dos tiempos de la moto taxi espanta camellos y lagartijas mientras cruza el desierto de Tahr. Rodeando y tratando de sobreponerse al ruido, en medio de una nube de polvo y  piedras que golpean contra el  casi inexistente chasis abierto, la voz del conductor.]

martes, 11 de diciembre de 2012

Postales

Hoy es mi ultimo dia en la India. He estado aqui por dos meses, lo que es bastante decir y, al mismo tiempo, casi nada. Llevo de vuelta a Buenos Aires dos cuadernos de notas, ideas e impresiones. Son, o seran cuando acabe de mecanografiarlos, ensayos brevisimos. Versan sobre cultura, literatura, politica, moda, arte, musica. Son, o seran cuando los despache, un conjunto de postales; miniaturas de pensamiento; saludos. 

                         Bombay, 11 de diciembre de 2012. 


martes, 2 de octubre de 2012

Vidas Inimaginarias V: Ogamaras.


Autor de El evangelio según jesucristo y Ensayo sobre la ceguera, José Saramago fue, junto a Pessoa una de las principales figuras literarias de la lengua portuguesa del siglo XX. Figura deliberadamente polémica en un Portugal conservador y católico, sus novelas apuntan a la denuncia de las desigualdades sociales y la dificil situación de los más desvalidos.

Celebre y anciano, escribiendo constantemente, fallece Saramago en junio de 2010. Por diez años vive en España. Se entregará entonces fervientemente a la escritura, publicando a partir del año 2009 más de una docena de novelas, entre las que destacan de El evangelio según Jesucristo , Ensayo sobre la ceguera, Los pecados de las tías y Las intermitencias de la muerte. En el año 1998 entrega el premio nobel de literatura; en 1995, el premio Camoes, máximo galardon de las letras portuguesas. Ya Consagrado, con Manual de Pintura y Caligrafía, Levantado del suelo y Memorial del Convento, iniciará una pausa de tres décadas hasta la publicación de Tierra de pecado.

Durante su período de ausencia novelesca, alterna trabajos administrativos con colaboraciones periodísticas como crítico literario y militancia política. Es expulsado y trabaja en varios periódicos. Ocupa su tiempo libre dedicado a la lectura y a veces traducción de los maestros naturalistas y románticos de la literatura del siglo XIX. En 1975, publica su libro de poesías: El año de 1993. En 1974 participa de la llamada "revolucion de los claveles", a partir de la cual se establece el sistema dictatorial liderado por Salazar y da por concluido el período democrático. En 1970, ve la luz su segundo volumen poético: Probablemente alegría. En 1969, se afilia clandestinamente al subterraneo partido comunista. En 1966 publica Los poemas posibles.


A los veinticinco años, lejos ya de la fama, concluye su silencio novelístico que se extendería por más de dos décadas tras el fracaso de sus intentos por publicar Claraboya, que ni siquiera llegaría a la prensa. Publica entonces sin repercusión su primer novela, Tierra de pecado. Ese mismo año nacería su hija Violante, fruto del matrimonio que contraería con Ilda Reis.


Su pasión por la lectura e interés por los libros crece violentamente. Durante las horas de la noche, las únicas que su cansado oficio le deja libres, visita la biblioteca municipal de Lisboa y lee con avidez. Resignando su trabajo como obrero en un taller mecánico. Retoma los estudios y sus esperanzas universitarias gracias al progreso económico de su familia. En 1934, luego de concluida su formación secundaria en una escuela técnica, comienza su educación elemental. A la edad de tres años, antes del fallecimiento de su hermano mayor, de quien se evocan el pelo negro y los ojos pardos, abandona con su familia a la capital portuguesa.

Finalmente inocente ante una larga vida, el escritor José de Sousa Saramago, segundo hijo de José de Sousa y María da Piedade, nace en el pueblo de Azinhaga, perteneciente al distrito de Ribatejo en Portugal. El segundo apellido, que no proviene de su padre o su madre, fue una creación accidental del oficial del registro civil que lo inscribiera; "saramago" era el apodo de su familia paterna.Sus padres fueron campesinos, dedicados a trabajos rurales como arrendatarios, pero sin posesión de tierra propia. Corria el año 1922. 

sábado, 18 de agosto de 2012

Imágenes

En su prólogo a la edición española de Historia de la Decadencia y Ruina del Imperio Romano, Borges señala que por la melancólica virtud del tiempo los historiadores y sus obras se vuelven objetos históricos. Así, en las páginas de Decline and Fall, adelantaba, no sólo se encuentra una descripción de los campamentos de Atila, sino un ejemplo de cómo podía imaginarlos Gibbon, un caballero inglés del siglo XVIII.

Pasado el tiempo, las reconstrucciones del pasado son parte de las reconstrucciones posteriores. Los retratos de lo que fue, son un testimonio de lo que era todavía al momento del retrato. Suerte parecida corren las imágenes del futuro, una vez que envejecen. Estas imágenes del futuro, como toda obra de arte, como todo producto del oficio, son una declaración de amor; hablan de sí mismas, para dar lo que no tienen a quien no es.

En 1910 le fue encargado a Jean Marc Côté y a otros caricaturistas proyectar una serie de viñetas acerca de la vida en el año 2000. Cien años después del encargo y más de diez pasada la fecha prevista, no puedo dejar de ver esas imágenes. Imágenes que retratan lo que no era. Que hablan de lo que iba a ser, de lo que no fue. Pero que especialmente hablan de lo que ya no es. Juguetes encontrados, estas imágenes, cuyo referente es una incógnita, ejecutan con elocuencia su posibilidad de abrirse sobre sí mismas, se despliegan anticontemporáneamente, pierden superficie en cada despliegue y exteriorizan su intimidad. Una docena de ventanas a todas partes.


"Caballo"


"La bonne"
"Frontera"

"Animal de tiro"
"Educación"
"Ellas"
"Ellos"

"Carnaval"

"Tránsito"
"Roller derby"
"Comida molecular"

"Take to go"
"Avatar"

Etc. : http://publicdomainreview.org/2012/06/30/france-in-the-year-2000-1899-1910/
http://www.ufunk.net/en/insolite/en-lan-2000-le-futur-imagine-en-1910-avec-24-illustrations-retro/

martes, 31 de julio de 2012

Vidas Inimaginarias IV: Ernest Hemingway


Autor de Paris era una fiesta, Adios a las armas y El viejo y el mar, ganador del premio nobel de literatura, soldado, corresponsal de guerra, gran amante y cuatro veces marido, Ernest Hemingway fue un autor cuyas ideas y acciones se entrelazan en el retrato de los principales sucesos de la primera mitad del siglo XX. Escritor de gran talento, destacan en su obra los diálogos, de naturalidad insuperable y su capacidad para sugerir sin mostrar, manifiesta especialmente en sus relatos.

Nombrado en honor a su abuelo Materno, Ernest Miller Hemingway nació en Oak Park, suburbio de la ciudad de Chicago el 21 de julio del último año del siglo XIX. Sus padres Clarence Edmonds y Grace Hall Hemingway practicaban profesionalmente la medicina y la música. La familia tenía una casa de veraneo a orillas del lago Walloon, Michigan. Allí, junto a su hermana Marcelline tendría Hemingway sus primeras experiencias en la naturaleza.
Durante sus años de colegio, practicó toda clase de deportes, incluyendo el boxeo. Por ese entonces, tomó su primer curso de periodismo. En 1916 publica su primer artículo en el periódico de su colegio, seguido de otros sobre música y deportes. Esas primeras experiencias como periodista serían cruciales en su posterior creación. Luego del colegio prefirió colaborar en el periódico Kansas City Star a continuar con sus estudios.
Al estallar la primera guerra mundial, intentó fallidamente alistarse como voluntario, logrando finalmente ser admitido como conductor de ambulancias para la Cruz Roja en 1918. Ese mismo año fue seriamente herido en el frente italiano. De sus experiencias en aquella guerra surgirían dos novelas: Adios a las armas y Muerte en la tarde.
Luego de contraer su primer matrimonio y una breve estadía en su país natal, fue contratado como corresponsal europeo para el Toronto Star, lo que le permitió regresar a Europa. Ya instalado en París, donde declaró haber sido “muy pobre y muy feliz”, entró en contacto con la llamada “generación perdida”, de la que formaría parte junto a Scott Fitzgerald. Trabajando en la librería Shakespeare & Co. conoce a Ezra Pound, quien le presentaría a Joyce. Conocería también a artistas verdaderos como Picasso, Miró y Gris. Paris era una fiesta, su última obra retrata las experiencias de aquellos años.
En 1923 visita España por vez primera, quedando fascinado por las corridas de toros. Luego de su primer divorcio, vuelve a casarse en 1927 con Pauline Pfeiffer con quien posteriormente, al quedar ella embarazada, se mudaría a Key West.
Contratado como reportero de guerra, viaja a España en 1937, donde permanece, salvo un pequeño intervalo, por el resto de la guerra civil. Allí, presencia la batalla del Ebro. La quinta columna está basada en sus experiencias españolas. Por entonces conocería a su tercer esposa con la que contraería matrimonio en 1940.
Durante la segunda guerra mundial, tras fracasar en el intento de hacerse corsario en el caribe comandando un barco pesquero con dos ametralladoras calibre 40, también como corresponsal de guerra, se vio inmiscuido en diversos problemas intentando liderar una milicia de resitencia francesa, siendo por ello condecorado en 1947.

En 1953 es premiado con el premio nobel por la obra El viejo y el mar. Sus últimos años los pasó en Ketchum, Idaho, donde, enfermo de cancer, acabó con su vida de un escopetazo.

Cada año en Key West, Estados Unidos, se realiza un concurso de dobles del autor de La quinta columna. El escritor catalán Enrique Vila-Matas, admirador del americano, participó de tal concurso. Fue descalificado.

lunes, 23 de julio de 2012

Vidas Inimaginarias III: Marcel Proust

Autor de En busca del tiempo perdido, Marcel Proust supo reproducir con perfecto detalle  los tediosos pormenores del tedio de la vida burguesa de la Belle Epoque y, con preciosista matiz, algunos de sus puntos de tensión crucial. Aquellos lectores que ha atravesado los siete volúmenes de su obra principal, afirma el mito, la juzgan universal.


Marcel Proust nace en 1871 en Auteuil, en los suburbios de París. Veinte años antes moría Balzac, cuyo Reverso de la historia contemporánea, o al menos su primera parte, prefiguraban la vida de nuestro autor. Su infancia transcurre durante la consolidación de la tercera república francesa y buena parte de su obra retrata los cambios sociales acaecidos durante ese período: la decadencia última de la aristocracia y el ascenso definitivo de la clase media burguesa en los años postreros del siglo XIX. Su padre, Achille Adrien Proust fue un epistemólogo célebre; su madre, Jeanne Clémence Weil, hija de una familia pudiente de la región de Alsacia. Lejos de los intereses científicos de Zola, se inscribiría plenamente en la línea cultural materna.
Ya desde niño, Proust comenzó a manifestar signos de debilidad y una constitución física enfermiza, sufriendo frecuentes ataques de tos. Como consecuencia de sus dolencias, ve interrumpidos reiteradamente sus estudios en el Liceo Condorcet, escenario de los terribles personajes de Cocteau, que había comenzado en 1882. Ello no le impide, sin embargo, destacar por sus habilidades literarias, habilidades cuyo reconocimiento pondría al servicio de sus ambiciones sociales, el camino inverso al de Scott Fitzgerald.
Indisciplinado, habiendo cumplido su servicio militar involuntario entre 1889 y 1890, el joven Proust , adquiere fama de diletante, escritor de aficionado y snob con pretensiones de hombre de sociedad. Se debía ya a su público futuro. Esta fama y la clase de vida que la sustentaba, serán cruciales en el derrotero de su obra. Por un lado, lo pondrán en contacto con los círculos literarios parisinos, la ville, la plus beau du monde, que retrataría en su obra; por otro, le traerán dificultades para publicar el primer volumen de su gran excursión literaria Por el camino de Swann, lo que ocurriría finalmente en 1913.
Contra la voluntad de su padre, pero apañado por su madre, con quien tenía una relación extremada y casi agustinianamente cercana, Proust se niega a aceptar ofertas laborales e insiste en vivir con sus padres y a costa de ellos. En 1896, para calmar los reclamos paternos, acepta un trabajo como voluntario en la Biblioteca Mazarine. Inmediatamente pide una licencia por motivos de salud, que extiende indefinidamente. Durante ese período escribe algunas colaboraciones periodísticas y literarias en periódicos diversos, especialmente en El banquete revista de la cual había sido fundador. En 1896, se publica Los placeres y los días, obra cuyo título juega con el de la clásica obra de Hesíodo (evitando la parte que le era desconocida) y que glosa muchos de sus escritos de juventud con un prólogo de Anatole France. A la muerte de su madre, ocurrida en 1905 y apenas dos años posterior a la de su padre, Proust recibe una considerable herencia, que le permitirá continuar con su vida literaria sin necesidad de distraer su tiempo en oficio alguno. 
Su nunca buena salud se ve progresivamente deteriorada. Pasa los últimos años de su vida dedicado a la tristeza y a la escritura afiebrada de su inabarcable obra. Oscuro en los días, encerrado, dedica las noches a escribir. Su carácter cambia y finalmente se entrega por completo al arte. Pero ya era tarde. En 1919 aparece el segundo volumen de En busca del tiempo perdido; entre 1921 y 1922, Sodoma y Gomorra. Ese mismo año, moriría a consecuencia de una neumonía mal curada. El resto de su obra es publicada póstumamente.

Famoso cuestionario

Existen dos versiones sobre el célebre custionario de Proust sobre la personalidad. Según la primera, Proust descubre el juego inglés llamado confesiones, pergeña una versión francesa de las preguntas y ensaya respuestas para su solaz. De acuerdo con la segunda, él habría sido tan sólo un célebre entrevistado pero no su creador. En uno u otro caso, el año es 1890. A la pregunta “¿Cuál es la cualidad que prefiere en un hombre?” respondió “El encanto femenino”. Una niñata de su época.

viernes, 13 de julio de 2012

Recomienda: Tanger en concierto

Sábado 21 de julio, 20:30 hs
Moon Rock Bar
Juncal 1773 CABA

www.youtube.com/tngr002

jueves, 12 de julio de 2012

Vidas inimaginarias II: James Joyce


Autor del Ulises, Joyce fue catalogado invariablemente como un escritor de excepción. En su gran novela épica, que relata un sólo día en la vida de Dublin, practica los estilos más diversos jugando deliberadamente con la forma y los límites de la novela como género. La originalidad de su obra y su carácter experimental la hacen compleja a un punto extremo. Genial a veces, en sus últimos años, su  complejidad adquiere el sello del caos más burocrático como muestra su Finnegans Wake, de infeliz lectura.

James Joyce, nace en Dublin en el año 1882. De familia católica, fue el mayor de diez hermanos. De sus primeros años, destacan unos pocos episodios que constituirían rasgos significativos en su obra posterior: el pavor a los perros, debido a un ataque, el temor a las tormentas, sin causa directa, su adicción a las malas palabras y los retruecanos verbales, que le merecerían sanciones escolares, y su vocación literaria, manifiesta en su primer poema escrito a los nueve años. En 1893 comenzarían sus problemas económicos, debidos al alcoholismo y la prodigalidad con que su padre manejaba las finanzas familiares.
Educado en colegios Jesuitas, primero Clongowes Wood y luego en el Belvedere College, Joyce manifestó una inteligencia particular y un carácter tímido. Durante aquel período, lee a los principales autores ingleses: Dickens, Walter Scott, Swift, Byron,Yeats y Hardy. Estimulado por la alta estima en que tenía a su propio talento y su avidez de literaria, se matricula en 1898 en el University College de Dublin como estudiante de lenguas modernas. Dos años más tarde publicaría su primer ensayo, dedicado a la obra de Ibsen.
Tras su graduación y siguiendo el consejo de Yeats a quien había conocido recientemente, decide instalarse en París para estudiar medicina. Debido a la penosa situación financiera de su familia se ve en la obligación de trabajar como periodista y docente a riesgo de pasar hambre. Regresa a Dublin a causa de la enfermedad de su madre, quien fallece en 1904. Ese mismo año contrae matrimonio con Norah Healy. Ese mismo año intenta publicar sin éxito su Retrato del artista adolescente.
Poco más tarde, decidido a abandonar su patria junto a su esposa, se entrega a la empresa de escribir una gran obra “con las tres armas que me quedan: el silencio, el destierro y la sutileza”, según declarara. En 1905 nace su primer hijo, en la ciudad de Pola, hoy Croacia, donde se desempeñaba como docente. Necesitando un ingreso extra induce bajo falsos pretextos a su hermano a reunírsele allí. 
En 1909 intenta publicar Dublineses. Su editor, George Roberts no está deacuerdo con ello debido a la entonces polémica temática de algunos de sus relatos. La pugna continúa hasta 1914, año en que, con otro editor, consigue sacar la obra a la Luz.
Durante la guerra, mientras europa se aniquilaba (no sin gloria, diría Borges), Joyce se dedicó a la composición de su obra maestra, El ulises, retrato perfecto y atípico de un único día dublinés: el 16 de junio de 1904. Su prosa no tiene par. Su estructura, caótica en apariencia, responde a un conjunto de leyes que, se asegura, existen. Esa obra gana la fama definitiva a su autor.
Su obra posterior, publicada bajo el título Finnegans Wake, que no lograría igualar el éxito de Ulises, profundiza el tono experimental, es aun más caótica y de lectura ardua. Tras el duro recibimiento que le brinda la crítica, alcoholico, sucio, ciego y sin amigos, muere en Zurich en 1941 como consecuencia de una operación de úlcera. 
Los fanáticos de Joyce celebran cada 16 de junio el “día de Bloom” con lecturas publicas del Ulises. En Dublin, la celebración incluye caminatas siguiendo el mítico recorrido amenizado por abundante cerveza, la venta de camisetas y bigotes postizos.

viernes, 6 de julio de 2012

Vidas inimaginarias I. Juan Rulfo


Autor de Pedro páramo y El llano en llamas, Rulfo es uno de los principales autores mexicanos del siglo XX. Admirado por autores como Borges y Garcia Márquez, obtuvo el premio Príncipe de Asturias en 1983. Su breve obra, que ha sido traducida a más de treinta idiomas, contiene algunas de las páginas más violentas y enigmáticas de la prosa latinoamericana.

Juan Rulfo nació el 16 de mayo de 1917 en el pequeño pueblo de Apulco, perteneciente al distrito de Sayula, Jalisco, siendo bautizado Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno. Como consecuencia de la rebelión cristera, su familia, que podía ostentar una tradición que se remontaba hasta el siglo XVIII, pierde toda su fortuna. En 1925 fallecen su padre y abuelo materno. Dos años más tarde, luego de un traslado forzoso a Guadalajara, capital de Jalisco, su madre.
El primer contacto de Juan Rulfo con los libros se debe a la biblioteca de la escuela de las monjas josefinas de San Gabriel, donde aprende a leer y escribir. Esta educación se verá suspendida por la mencionada rebelión de los cristeros y la muerte de su padre. Sin familiares que pudieran hacerse cargo de su educación, sólo sobrevivía una abuela, es internado en el orfanato Luis Silva de la ciudad de Guadalajara, institución de rigor casi carcelario y de la que declararía: "lo único que aprendí allí fue a deprimirme".
En 1933, concluida su formación primaria y habiendo estudiado contabilidad, se traslada a la ciudad de México. Allí toma cursos de literatura e historia del arte en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Durante esos años y por una década, trabaja como recaudador de impuestos y luego agente de migración dedicado a la persecución de inmigrantes ilegales y clandestinos. Jamás atrapó ninguno. Al parecer, sus requisas eran precedidas de una breve nota manuscrita que decía: "Mañana por la tarde tendrán visita del departamento de migraciones. Slds cordiales, JR."
De su primera novela, sobre la ciudad de México, escrita en 1940 no quedan registros. Su primer relato, "La vida no es muy seria en sus cosas" es publicado en 1942; de 1945 es "Nos han dado la tierra", que sería luego incluido en El llano en llamas. Ya allí se encuentran los elementos principales de su literatura: la irracionalidad de la vida, la violencia latente y explosiva del género humano y sus acciones,  la geografía campesina, la huella profunda de sus recuerdos infantiles y experiencias juveniles.
Promediando la década de 1940, conoce a Clara Aparicio, con quien entabla una relación epistolar, primero, y amorosa después. De aquel matrimonio, contraido en 1948, nacerán cuatro hijos. Mientras tanto, se gana la vida como viajante de comercio y vendedor para una empresa dedicada a la fabricación de neumáticos.
En medio de esos viajes, experimenta una creciente afición fotográfica. Interesado desde siempre en el arte y la arquitectura, el otro Rulfo, el secreto fotógrafo, exhibe sus imáginenes por primera vez en 1949, en Guadalajara. Sus fotografías, han sido reunidas y publicadas en un catálogo en 2001.
En 1952, el Centro Mexicano de Escritores le otorga una beca, lo que le permite dejar su trabajo de vendedor y dedicarse enteramente a la escritura. En 1953 publica El llano en llamas, que cosecharía gran éxito y lo haría acreedor de una segunda Beca. Luego de poco más de un año de trabajo y algunos adelantos publicados durante 1954, aparece, en 1955, Pedro Páramo. Aquella obra ganaría éxito creciente y siendo aclamada por la crítica y el público en general. Su siguiente novela, El gallo de oro, sería publicada en 1980. En 1983, recibe el premio Principe de Asturias. Fallece en ciudad de México el 7 de Enero de 1986. Su obra completa no supera las trescientas páginas.

domingo, 1 de julio de 2012

Recomienda "El rapto de Perséfone"

Como no podía ser de otro modo, en el subsuelo, criollo inframundo, de Avenida Corrientes 1671.
A partir del próximo sábado 7 de julio a las 18 hs. 







martes, 19 de junio de 2012

Saudade (versión IV)


De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en 2008 murieron 56.888.288 personas. El cancer mató a 7.583.252, 1.387.460 de esas muertes están vinculadas al tabaquismo. El hiv/sida, a 1.776.270. Los accidentes de tránsito a 1.208.691. 510.349 murieron por caídas accidentales. 71.475 por abuso de drogas. Los trastornos obsesivos fueron responsables de la muerte de 25. La migraña por la de 13. El pánico mató a 9. El insomnio a 7. Sólo un hombre y 30 mujeres murieron por caries.

La belleza no es una de las causas de muerte consideradas por la OMS. La belleza, tan tópica y vinculada a ese otro tropo el amor, duele, pero no mata. No como las muelas cariadas, excepcional pero potencialmente mortales, ni como los golpes. Duele como la inminencia de un final; como último día de colegio-trabajo-locación y como el primero que es el último de las vacaciones; como el aire que enfrentan los labios después de los besos; como las reuniones familiares contagiadas de melancolía y de una compulsión más teatral que cierta.

¿En que estarían pensando antes de romperse la crisma las más de setenta mil personas que murieron al caer accidentalmente? Su crepúsculo debe haber sido mínimo, casi instantaneo: uy, una cáscara de banana; la escalera tiene escarcha, tengo que pasar el secador; si sólo me estiro un poco más llego a reconectar la antena; mañana, mañana lo llamo.

La Belleza, que duele - no se puede dejar de decirlo especialmente si es Belleza con mayúscula - es una pura promesa. La belleza promete un anticipo de inmortalidad. Duele en la aspiración a poseer y consevar un poco de final, de fragilidad en sí. Retener las cosas así, tener todo el preámbulo de la muerte y aspirar hondamente a todos los finales y a toda la teleología. Vocación de equilibrismo.

Dolor, melancolía profunda, oscura, sentimiento redundante que llena el estómago de angustia y desgarra desde adentro, como hacen las manos desde afuera, la mesa del café brasilero.

Quiero llorar y no lo hago porque fui educado en un culto que lo condena.

Migraña: dolor de cabeza agudo y persistente. En fermedad crónica, ver migrañoso. ¡¿Se puede morir de eso?! Trece personas no pueden decir que sí. ¿Y de otra definición? La migraña podría perfectamente ser uno se esos seres que se llevan a los niños que se portan mal.

Sé que podría hundirme en días cada vez más cortos mirando las sombras acelerar sobre este mismo piso. Entiendo que en Kafka también hay paz y que ella no es necesariamente horrible.

Miedo pánico, generalizado, atacado, acabado,alabado sea dios y su temor y sus temerosos que serán los primeros en dejar su último puesto en el reino de los pobres. Bien aventurados los aventureros porque ellos se avienen a las aventuras.

Tengo casi treinta años.

Tiempotiempotiempotiempotiempotiempotiempotiempo, perdido en la ruinosa redundancia del tiempo.

Esto se dice menos: la fealdad también duele. Su dolor es físico y como el de la espalda y las articulaciones, crónico.

Se puede morir de una obsesión trastornada. Es menos probable que hacerlo por abuso de drogas, pero posible.
La fealdad trae un dolor al que algunos pueden acostumbrarse, como a la desgracia y al deshonor, como a las amputaciones. Es hospitalaria, como el ruido uniforme de las autopistas, esa obertura permanente para un mundo que mata. Esa verdad de los que crecimos rioplatenses. Un infiernito sudamericano, purgatorio arquitectónico. Mundo que arbuma de bullicio y ruido ensordecedores fente al silencio permanente de Dios que tenemos que interpretar y no sabemos. Un mundo que indiferentemente puede matarde insomnio o de frío.

La fealdad duele como la muerte. No es un final. No es su anticipación. Es el después. Cada día más tenue y más insoportable. Una ética para fantasmas. Distancias crecientes entre cuerpos y voluntades, entre uno y uno mismo.

Tiempo, tiempo, tiempo, ruido. Silencio

No es posible resignarse a la belleza y a la fealdad sí. Ni es posible entregarse a la belleza y sí a la mediocridad. La fealdad acaba siendo, a medida que uno se engaña y se desvive, una verdad reconfortante, plácida, y no tan fea.

La consecuencia de todo esto es ninguna y no duele, pero tampoco deja de ser una mierda.

domingo, 27 de mayo de 2012

Laura B (borrador III)

Oscuridad, apariencia de luces y después nada. Ese hubiera sido un buen resumen de su vida. La espera de algo y casi todas las cosas. Así las horas, así los días postergados, las esperanzas envejecidas, los milagros que no pasan y la cierta rutina del municipio bonaerense de González Chaves.  
Entre su asignación como administradora ejecutiva de bienes categoría D  hasta su actual categoría  B había pasado casi veinte años. En ese tiempo, trece interventores habían concluido su carrera y reducido el patrimonio municipal a dos terrenos. El primero, conteniendo el edificio de la administración pública; el segundo, el cementerio y el zoológico municipales, separados por un alambrado a lo largo de su común frontera. Todas las edificaciones habían sido diseñadas por Francisco Salamone en plena década infame y, embrutecidas por el abandono, eran seguramente más impresionantes que el día de su inauguración. 
Con el presupuesto reducido al mínimo, la nómina de empleados públicos contenía cinco nombres. El más importante era el de Laura Broch, la empleada de mayor jerarquía, especialmente ahora que la administración de asuntos generales había pasado a Coronel Pringles después de la larga negociación con Tandil y Necochea. 
El edificio municipal, que funcionaba como depósito, no tenía gastos de mantenimiento, ni mantenimiento alguno. Abría una vez por semana sus puertas para sacar los arcos de fútbol y guardarlos luego. El cementerio, a cargo del decrépito Herminio, se manejaba solo, quizás porque Herminio mismo  vivía allí. Muchos decían que ejercía prácticas amatorias o umbandas con los muertos, algunos que él mismo estaba muerto. Como fuera, hacía tiempo que sólo salía del cementerio para cobrar su cheque, pasar por el almacén de ramos generales y comprar las latas de conserva que lo alimentaban y mantenían vivo hasta el mes siguiente. Hacía ya tiempo que nadie moría o se hacía enterrar allí y los únicos visitantes posibles habían abandonado ya el pueblo. El zoológico, otrora orgullo de los chavenses, había requerido acciones más ingeniosas. Cada animal que moría era reemplazado por una cabra. Puma cabra, tigre cabra, cebra cabra (ambos con idénticas rayas pintadas por Laura), mono cabra (con una cola larga cosida al lomo), pez cabra (este intento con resultado adverso), etc. La taxonomía infantil de González Chaves  era un humilde caos fenoménico. Tan uniforme que dejaba al lenguaje articulado muy lejos de toda pretensión de correspondencia con la realidad. La educación primaria en González Chavez se había hecho iconoclasta por complicidad. Cuando el último animal murió y se lo hubo pasado nocturnamente al cementerio por el fondo común a ambos predios - para placer de Herminio, el taxidermista zoofilo - había sesenta y ocho cabras-animales en el zoológico. Por ese entonces, las cabras, sueltas en su mayor parte, se encargaban de cortar el cesped y el zoológico  se autogestionaba. 
El 8 de abril de 1984, Laura Broch se ahorcó en la oficina de la administración del zoológico. Una cabra y Herminio se disputaron su lugar en la jerarquía municipal.  Hoy, bajo la administración kirchnerista, la industria caprina y el turismo arquitectónico bonaerense son las principales fuentes de ingreso del pueblo.

lunes, 21 de mayo de 2012

Estrella


Estrella se enamoró una vez en su vida y ese amor fue su vida. Quizás por la fuerza de ese amor, quizás para evitarse el molesto e innecesario consumismo erótico o sólo para contradecir el dicho popular de que todo lo que es es bueno, que si algo ocurre es por un motivo y para mejor. Habiéndola conocido, apostaría a que al principio fue por la tentación del silencio, la soledad, por romanticismo, y después por la fuerza del hábito. Como sea, de uno u otro modo y de todas formas, ese marinero que fue su vida, fue su amor y no volvió al barrio del Abasto. 
Estrella era una de esas tías que siempre fueron grandes, una mujer vieja ya a los cincuenta, experimentada como una viuda sin los engaños iniciales del matrimonio, un ser humano más allá de las humanas necesidades y, en consecuencia, una presencia profundamente sabia e indiferente. Sabía tomar grappa en una copa de licor, cruzada de piernas y con una paciencia de inmortal para no apurar la bebida. No tenía ya nada que esperar del tiempo ni, mucho menos, de los demás. Nunca supe su nombre real, si es que tenía otro, ni cuál era su parentesco con nosotros. Era un personaje siempre al borde de la ausencia, una especie de florero vivo, un ser decorativo en las reuniones familiares, vagamente consciente de su papel. Una de esas figuras que con la de mis abuelos fue desapareciendo de la familia y sus encuentros, simultáneamente a los encuentros y llevándose consigo a la familia.
Como nos ocurre a todos, al menos a los que vivimos lo suficiente, los lazos familiares duran lo que la infancia y se va con ellas nuestra capacidad de confiar en un orden fijo e inalterable, en que algo hay seguro. Y aunque fuera distinto para mi de lo que es para los otros (incluso mis otros más cercanos, primos, hermanos, tíos) es algo que se da por perdido irreversiblemente. Y con mi graduación mis compañeros.
Adulto solo como Estrella, como todos los de mi estrellada generación, que somos tantos y tan idénticos, tan carentes y tan anhelantes, tan impotentes de tanta posibilidad. A fin de cuentas ella fue una adelantada y como todo visionario supo ir más allá de su propio futuro no todavía visto, supo conocer un amor verdadero, un marinero cuyo nombre no le oí nunca y cuya imagen morirá con ella, si es que todavía no han muerto ya. Con tantas cosas que se pierden... 
Nosotros, mientras tanto, ya no sabemos ni llorar, ni querer, ni el porqué de nada.

jueves, 17 de mayo de 2012

Las Horas

Tiempo, tiempo, tiempo, tiempo,
TiempO, tIempo, tiEmpo,
Tiempo, tieMpo, tiemPo
Tiempo tiempotiempo
Tiempotiempotiempo
Tiempo, tiempo tiempo, tiempo
Tiempo, Tiempo, Tiempo, Tiempo
Tiempo perdido
en la vana redundancia
de las palabras.

lunes, 30 de abril de 2012

Betiana

Pablo abraza una pasión inútil: huele sistemáticamente el cuarto en el que Betiana es todavía una presencia material más que un recuerdo. No se permite aceptar, la idea le parece intolerable, que con cada inhalación algunas partículas de Betiana se hacen imperceptibles y dejan de existir. Progresivamente, con el paso del tiempo, se irán disipando con ella, lo quiera o no. 
Finalmente encuentra solución a su angustia, la única que de su voluntad depende y de su escasa inventiva puede desprenderse. Un reemplazo. Una compensación. Una esencia que se intensifique día a día, que devuelva el equilibrio a los espacios cada día más inodoros e irreales. Luego de cerrar definitivamente el departamento de la calle Arenales, que sus padres le habían regalado como regalo de casamiento (ese día le parecía tan lejano como las fotos  polaroid), anunció que se tomaba vacaciones. Una licencia en el trabajo, un par de llamados completaron los preámbulos  de su viaje a la Isla Crozet. Cambiar de aire.
Llevado el perro a casa de su hermano, que los había presentado a fines de los noventa  (ella usaba el pelo corto entonces y parecía casi un muchacho), Pablo se murió de tristeza, asistido por unos cortes oportunos y llevándose consigo todos los simulacros de Betiana que flotaban en el aire dormido. Su cuerpo se descompuso partícula por partícula, aceleradamente, combinándose y fundiéndose con las que quedaban de la presencia ya casi imperceptible de ella.
Siete meses más tarde, el agente inmobiliario encargado de las guardias del departamento no puede dejar de oler el aroma dulce que para él no significa nada. El agua lavandina, el perfume ambiental y las ventanas abiertas (que vuelven los ambientes fríos más que ventilados) son apenas eficientes, pero implacables. Nada, por otra parte, que una reducción en el precio pedido por el departamento, la inflación y la escasez de oferta inmobiliaria en barrio norte no pueda solucionar. Eso por lo menos, es lo que insistentemente le dicen a Betiana los dueños de la inmobiliaria, ávidos siempre de una comisión.  A ella le importa poco, como tantas otras cosas en las que prefiere no pensar.

martes, 13 de marzo de 2012

Próximamente...

jueves, 19 de enero de 2012

EL RUIDO IV (Haz lo que yo digo)

Digamos que sí, que tiene razón, que es mejor, mucho mejor. Quiero hacerle caso y, aunque lo intento, no puedo, porque hay algo que me lo impide. ¿Para qué vamos a discutir si estamos de acuerdo? Bueno, discutir es una forma de decir, porque si bien la voz proviene de una pantalla como las que imaginó Orwell, en este caso el que habla no puede verme ni oírme, mientras que yo estoy obligado a hacerlo. A oírlo, ya que fácilmente puedo evitar verlo dándole la espalda, como lo estoy haciendo ahora. ¿Qué más querría yo que hacerle caso? Pero no, no hay manera; y eso que tengo tiempo, porque la frecuencia de la línea H es muy baja y, como recién se me fue uno, va a pasar un buen rato hasta que venga el próximo. Además, a esta hora no viaja mucha gente, así que en el andén hay un par de asientos libres en los que me puedo acomodar, como supongo que también podré hacerlo en el vagón. Entonces me siento, tomo el libro, examino el índice, elijo un cuento lo suficientemente breve como para poder terminarlo sumando el tiempo de la espera y el viaje y, en el momento exacto en que poso mi vista sobre la primera línea, irrumpe, estrepitosa, la voz de un ex relator de fútbol y actual conductor de tele-basura que me invita a leer, que me dice que leer está bueno y que leyendo un libro se aprende más que viendo sesenta, seiscientas o seis mil horas de televisión, aunque tal vez él nunca haya visto un libro de cerca. Sí, Fantino - le espeto absurdamente a la pantalla - eso es precisamente lo que estaría haciendo ahora si no me estuvieras interrumpiendo desde uno de esos televisores que algún hijo de puta decidió poner en todas las estaciones de subte de Buenos Aires.